La foto de Fernando de Haro: “Los churros de Pamplona no son como los de Madrid"
La foto del día de Fernando de Haro
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La foto de hoy llega de Pamplona, de una antigua churrería. El local está oscuro, como si la mañana de julio no se hubiese colado por los poros de las paredes. Churrería antigua con fotos históricas de personajes que ya nadie conoce, si acaso alguien de la familia. Huele a aceite caliente, a fruta de sartén. Hasta cinco mujeres atienden detrás de la barra con un pañuelo rojo al cuello, un mandil blanco y una blusa con rayas negras. Una de ellas pone azúcar en un paquetito de papel blanco. Otra, la más joven, con una de esas sonrisas que tienen la gente a las que les gusta hacer disfrutar, deja en una bandeja circular una rueda recién sacada del aceite. Los churros de Pamplona no son como los de Madrid, se parecen a los tejeringos no son de palo sino de espiral, de una espiral que acaba en el centro del universo. Día de fiesta, día de fiesta en el que se rompe el ayuno de una noche corta fuera de casa, en el bar, con café de maquina que siempre es más café y con vianda que rompe la costumbre. Desayuno de una mañana en la que no todo está previsto, en un día tan abierto como los ojos de un niño, en una jornada en la que puede suceder algo diferente, diferente como un imprevisto arrullo de tórtolas, como un músico bien entonado que levanta el ánimo en el túnel del metro, imprevisto como un golpe de aire fresco que no se sabe de donde ha salido, imprevista como un conversación inteligente, imprevisto como tu nombre pronunciado por la mujer con la que vives. Churros para una mañana en la que puede ocurrir algo.