La foto de Fernando de Haro: "El riesgo es solo un juego"
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La foto de hoy parece un juego de sombras chinescas, un juego como el de las siluetas que aparecen detrás de una sábana: manos que son pájaros en vuelo, osos, ciervos, conejos y patos de cuello estirado. En este caso, la lámpara es un sol que se despide, un sol dorado que deja los ribetes de su tesoro sobre unas nubes bajas. La última luz de la tarde convierte en perfiles negros a siete jóvenes que se van a lanzar al mar desde un acantilado.
Se recortan de forma precisa las formas del cuerpo, las melenas de las chicas, la delgadez de los chicos. Dos de las retratadas acaban de tirarse al mar y la foto inmortaliza el preciso momento en el que el salto las ha separado de la piedra, pero todavía no han comenzado a caer. La primera de las muchachas abre las piernas y los brazos, grita y la luz de oro juega con sus pelos desordenados. La segunda levanta las manos como si se estuviese rindiendo.
Una pierna hacia adelante y otra hacia atrás, como si corriera por el aire. Las mozas sienten vértigo por haber perdido pie, están en ese instante en el que no hay ni sólido ni líquido. Pero el riesgo es solo un juego: saben que el fondo está lejos, que no van a golpearse con las rocas, que tienen aire suficiente para salir a flote sin pasar angustia. La mar no está revuelta y será fácil nadar para alcanzar otra vez la orilla cercana y para volver a subir y para volver a tirarse. Las dos chicas saben, están seguras, tienen noticia precisa de que el salto es seguro, ellas mismas han hecho la prueba. Su conocimiento es sólido, firme, y por eso es fácil vencer el miedo.