La foto de Fernando de Haro: “Una hermosura que no termina de redondearse, de ajustarse porque ya se ha ido”
La foto del día de Fernando de Haro
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La foto de hoy está tomada en las afueras de París, durante esa parte de una tarde de verano, que es casi noche, en la que el sol va camino de sus balcones para descolgarse. La luz vespertina subraya las formas de un palacio, que debió ser también castillo. El palacio parece flotar en su foso, tres torres redondas se reflejan en el agua. El tejado a dos aguas, coronado con cuatro chimeneas para calentar salones grandes y espaciosos, las ventanas altas, y en el lado oriental una galería decorada con arcos sorprendidos. En el fondo de la foto, ya digo arquitectura exquisita. Y al otro lado del foso dos mujeres con vestidos de fiesta, vestidos de un rojo carmesí, de un rojo maduro, de un rojo de cereza joven. Una de las mujeres es negra y no se le ve bien, la otra tiene los ojos rasgados, las mejillas de mármol, de las orejas le cuelgan largos zarcillos, dos pendientes como casc adas de risa y de plata. El traje de la joven es breve en la espalda y en el busto pero la falda se antoja un capote ceñido a la cintura. Un capote con los pliegues en un equilibrio generoso. La falda de princesa es un rubí que brilla con la luz que se despide. Y la modelo la pasea con una elegancia prodigiosa. Y el instante tiene una hermosura imposible, una hermosura que no termina de redondearse, de cerrarse, de ajustarse porque ya se ha ido.