Fernando de Haro celebra la victoria de Nadal: "Es un gran tenista y una persona muy generosa con sus rivales"

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El deporte nos ha vuelto a dar una satisfacción nacional. Nadal, con 35 años, ganó ayer la final de Australia y se ha convertido en un tenista que ha hecho historia. Nadal, que no sabía si competiría de nuevo al tenis hace un mes y medio, mostró su capacidad de remontar y de luchar hasta el final. Y no tiene intención de retirarse.

Mientras la mayoría de sus compañeros de generación se deshacen en los instantes críticos, él da un paso al frente. Pese al desnivel, Nadal le lanzó un órdago en la segunda manga, pero el ruso resistió a los embates –roturas del español al cuarto y octavo juego– y contragolpeó como lo hacen los elegidos –réplicas al séptimo y el noveno–. Cuando el mallorquín amenazaba con levantarse y virar el duelo desde el punto de vista anímico, el que podría haber sido un primer punto de giro decisivo, demostró estar preparado. Algunos comentaristas apuntan que Nadal ha dado muestras de una grandeza que España nunca había visto.

Nos hemos reconocido españoles de cualquier sensibilidad en un gran tenista y en una persona humilde, educada, muy esforzada, generosa con sus rivales. Una victoria deportiva nos ha servido para darnos cuenta, otra vez, que hay un “nosotros” español.

En esta sociedad intensamente polarizada la conciencia y el sentimiento del “nosotros”, de ser una comunidad es importante. La vida política a menudo traslada la imagen de que la unidad social es imposible.

Vivimos, además, en un mundo inestable y las tradicionales fuentes que generaban comunidad se han ido reduciendo. No hay más que mirar cómo ha cambiado el mundo del trabajo. Cierta forma de flexibilidad laboral y la digitalización han contribuido a la disgregación.

Las exhortaciones morales para recuperar una mínima unidad social no sirven. Pedir a los ciudadanos que se sacrifiquen por otros, prometiendo que si obedecen a criterios comunes, superaremos las fracturas de los últimos tiempos es poco útil. No podemos recuperar el sentido de comunidad invocando principios. Las comunidades fuertes son aquellas que se conciben como un proceso, como un lugar en el que se produce una conversación permanente sobre las razones y los proyectos que se comparten.

Una comunidad, también una comunidad nacional, es fuerte cuando sus miembros se sienten dependientes los unos de los otros. Por el contrario, la vergüenza de ser dependiente tiene una consecuencia práctica, erosiona la confianza y el compromiso mutuo. La mutua dependencia construye la comunidad.