Fernando de Haro: "¿Tú que salvarías de tu casa, de tus cosas en 15 minutos para empezar una nueva vida?"

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El nieto de Toño y Mari aparece hoy en las portadas de algunos periódicos. Toño se subió en una camioneta verde después de haber recogido con la ayuda de sus vecinos algunos enseres de su abuela, ropa interior y una pequeñita imagen de la Virgen de la Candelaria. La imagen me recordó a otros refugiados que he visto en el mundo, a los refugiados de las ciudades de Iraq, a los refugiados de Líbano, de Nigeria, de la India.

Cuando faltan pocos minutos para perderlo todo, cuando tu casa está a punto de desaparecer, cuando tienes quince minutos para elegir con qué vas a empezar una nueva vida, salvas lo que más llevas en el corazón, lo que más estimas. Lo que necesitas para recomenzar. El nieto de Toño y de Mari sabía ayer que su abuela no podía vivir sin su querida Virgen de la Candelaria. La vida está llena de destrozos, de cambios, y a menudo hay que decidir con te quedas, que te permite respirar, a que no renuncias.

Es la difícil encrucijada de elegir, en realidad muchas veces la vida decide por ti. ¿Tú que salvarías de tu casa, de tus cosas en 15 minutos para empezar una nueva vida? Es la pregunta que se hacen los vecinos de Todoque, es una pregunta que nos pone contra la espada y la pared, nos obliga a definir en un momento nuestra vida.

Los vecinos de Todoque a estas horas siguen teniendo qué decidir con qué se quedan para su nueva vida, la vida que empezarán con dificultad. El magma sigue su curso hacia la costa y ya ha arrasado más de 154 hectáreas. Aunque avanza más lento de lo previsto, a unos 200 metros por hora, ha sepultado ya 300 viviendas. En este momento ya hay 6.000 personas que están fueras de sus casas. Hay casas que hace unas horas he visto en pie y que ahora ya están arrasadas. El nerviosismo entre la gente de Todoque, en La Laguna, en el Paso e sintenso. ¿Qué se salvará, que no se salvara? No es posible hacer diagnósticos. Los bomberos tratan de canalizar una colada de lava hacia un barranco.

Ayer mientras se echaba la noche sobre el Paso, con el volcán enfrente, escuchó como uno de sus vecinos, Fernando, me enseñaba su casa, una casa de campo a pocos metros del volcán, que estaba a la orilla del río de lava. En ese momento la casa seguía en pie. Y Fernando me contaba que él y su madre habían podido salir a tiempo y salvar a algunos animales.

De la entrevista de ayer a Fernando que, con la voz rota, decía que no estaba enfado y que le daba gracias a Dios. Me lo confirmaba después su párroco.

La gente no está enfada. La gente tiene miedo y está triste. No sé si lo que me contó Fernando es muy frecuente en el Paso, pero escuchar a una persona que ante la desgracia no está enfadada con su destino y que habla de agradecimiento, me pareció el signo de una gran estatura humana.