Fernando de Haro: "Ratzinger se mostró como un creyente que hizo un uso humano de la razón"
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Colas, cielo de luto. Agradecidos.
Hemos ido avanzando. De rodillas.
El gran hombre. Consumido, apoyado en dos cojines.
El cuerpo sin vida de Benedicto XVI, con la casulla roja de los mártires, empequeñecido, con sus manos enlazadas,
Sigue hablando con claridad. De sus labios ahora, vuelven a salir, más nítidas que nunca, sus palabras: “Por un lado, no queremos morir; los que nos aman, sobre todo, no quieren que muramos”. “Entonces, ¿qué es realmente lo que queremos?”. No conocemos esta “verdadera vida” y, sin embargo, sabemos que debe existir algo que no conocemos y hacia lo cual nos sentimos impulsados”.
Dios algo real.
Ese amor a la razón propio de la mejor teología católica, que razona bien gracias a la fe, no a pesar de ella. Ratzinger se mostró como un creyente que hizo un uso humano de la razón, y nos exhortó a aprender esa forma plenamente humana y cristiana de dialogar con las grandes cuestiones de nuestro tiempo.
Agradecimiento.
Los que rezan ante los restos del gran Benedicto XVI escuchamos su secreto: “Tener trato con Dios es para mí una necesidad. Tan necesario como respirar todos los días. Si Dios no estuviese aquí presente, yo ya no podría respirar de manera adecuada”. Ahora respira a pleno pulmón.