Fernando de Haro, sobre Mari Carmen: "Tenía dentro de su pecho multitud de personajes"

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Cuando veías actuar a Mari Carmen y sus muñecos, que acaba de morir, se producía un cambio interesante. Durante los primeros minutos, cuando hablaba doña Rogelia, veías a Mari Carmen hablar como un personaje, que en este caso era una abuela de pueblo. Pero a los pocos minutos se te olvidaba que Mari Carmen estaba allí y doña Rogelia se convertía en un personaje con vida propia. Lo mismo sucedía con el pato Nico.

Esa es la magia de un buen ventrílocuo que tiene dentro de su pecho multitud de personajes. Puede ser una bendición o una maldición. De hecho, ser a la vez doña Rogelia, el pato Nico y docenas de personajes más es demasiado habitual. Nos pasa a menudo: nos miramos al espejo y no conocemos el que aparece. Tenemos tantos personajes dentro como los demás nos atribuyen, como nosotros nos atribuimos. A veces parece que estamos condenados a ser ventrílocuos de nosotros mismos, sin saber en qué voz estamos realmente.

Hace ya 40 años una psiquiatra joven hacía guardias en un hospital que estaba en el centro de Florencia. Y, de pronto, se dio cuenta de que muchos turistas acudían a urgencias con síntomas raros: ansiedad, taquicardia. Esa psiquiatra se llamaba

e dio cuenta de que muchos de esos pacientes que acudían a urgencias tenían síntomas muy comunes, estaban heridos por la belleza de las obras de arte de Florencia. Les ocurría algo parecido a lo que le había pasado a Stendhal en 1817 en su visita a la basílica de la Santa Cruz en Florencia. "

punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme".

Magherini decidió llamar al síndrome provocado por la belleza, el síndrome de Stendhal. El suplemento 'La Lectura' de El Mundo publica un interesante reportaje en el que neurocientíficos certifican que existe el síndrome de Stendhal. Una intensa experiencia estética se registra en la actividad cerebral. Quien lo ha probado lo sabe. La belleza no es una pieza de museo, la belleza nos emociona, nos abre la mente, nos hace comprender. La verdad a palo seco no hay quien la digiera.