Fernando de Haro: "Tal y como están las cosas la necesidad de un símbolo de unidad es más necesario que nunca"

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La Navidad social ha quedado inaugurada esta mañana cuando los niños de San Idelfonso han cantado el gordo: 5.490 ha sido El Gordo más repartido de los últimos años. Madrid, Valencia, Valladolid, Alicante, Navarra y otra decenas de provincia. Una de las protagonistas de la mañana Perla, una desempleada que estaba en el salón de sorteos. La alegría ha sido tan intensa que ha habido que llamar a una ambulancia. El sorteo ha inaugurado la Navidad social, una navidad que cada vez dura más. El 19 de noviembre Abel Caballero ya había encendido las luces de Navidad en Vigo.

El año pasado el problema fue que todavía teníamos coronavirus y lo máximo por cena o comida eran ocho personas. Ahora ha reaparecido lo que que ocurría antes de la pandemia: la Navidad misma como problema. Nunca llueve a gusto de todos. Nos quejábamos de no poder hacer vida social y ahora muchos se sienten agobiados por el exceso de citas, de comidas familiares, por el consumismo, por las exigencias propias del espiritu navideño. Nunca he entendido eso de las exigencias del espíritu navideño, en realidad no he entendio nunca que significa espíritu navideño. Hay Navidad no espíritu navideño. Esta mañana he leído con mucho interés las recomendaciones que hacen los psicólogos para no naufragar ante el espíritu navideño, espíritu en el que lo mismo cabe la sidra de la loteria, unos renos de plástico o una super oferta. Dicen los psicólogos consultados por el diario que es conveniente planificarse, rebajar las expectativas, recordar que las familias son imperfecta. El problema no son los psicólogos, la pandemia nos ha mostrado lo necesarios que son, poca broma con la salud mental, el problema no son los psicólogos el problema es que pretendemos que los psicólogos nos resuelvan la vida, nos enseñen a ligar, nos enseñen a aprobar o a suspender, nos enseñen a sobrevivir al espíritu navideño. No hay espíritu navideño: hay empresas que quieren vender, hay reuniones familiares, sociales, de empresas (todo muy legítimo) y hay también el estúpido imperativo de ser simpático y de tener menos mala leche durante unos días o unas horas, o sea el moralismo de siempre pero concentrado. Y luego está la Navidad. No se me ocurre nada más lejano de la Navidad que el espíritu navideño. El espiritu navideño es previsible, es una fábrica de escepticismo. La Navidad no es previsiblle.

El discurso de Felipe VI el sábado por fuerza tendrá muchas frases previsibles. Pero es curioso que se haya generado una cierta espectativa sobre lo que puede decir el Rey en medio de la crisis institucional que vivimos. El año pasado el Rey todavía hablaba del virus.

Y el año pasado Felipe VI pedía responsabilidad a las instituciones y consensos.

Estas frases las podría repetir idénmticas y serían muy oportunas. Llegamos al discurso anual del Rey con una gran preocupación de los españoles por la situación política. La economía es nuestra primera preocupación pero después viene el Gobierno y los partidos. No es para menos después del espectáculo al que hemos asistido en las últimas semanas, el Parlamento, los sindicatos, el Gobierno nacional, y los partidos políticos son las instuciones que menos confianza infunde. El Rey tiene una valoración que está por encima de los políticos, pero es baja entre los jóvenes. Felipe VI lo tiene díficil con un Gobierno en el que se sientan antimonárquicos rabiosos, lo tiene difícil con un Congreso en el que tiene amplia representación el independentismo. Pero tal y como están las cosas la necesidad de un símbolo de unidad, con una cierta dosis de capacidad para arbritar en las instituciones es más necesario que nunca.