De Haro: "Quince años después la amenaza del yihadismo sigue presente"

"El decimoquinto aniversario es un momento importante porque nos da suficiente perspectiva para valorar lo ocurrido"

Fernando De Haro

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Estamos en Atocha donde hace 15 años fueron asesinadas 34 personas en el tren que explotó en esta estación; 63 fueron asesinadas frente a la calle Téllez. El golpe terrorista que dejó casi 200 víctimas mortales, cientos de heridos y un país fragmentado por una terrible polarización en torno a las causas de lo sucedido y las responsabilidades políticas. Todavía hoy los actos de homenaje, qince años después, se han celebrado por separado entre las diferentes asociaciones de víctima.

El decimoquinto aniversario es un momento importante porque nos da suficiente perspectiva para valorar lo ocurrido. El tiempo pasado ha hecho más evidente que las víctimas son el modo de afrontar el 11M. Hoy es necesario escuchar a los muertos, escuchar a los que perdieron a sus seres queridos. Escuchar a los supervivientes. Una de ellas es Esther, viajaba en uno de los vagones e ingreso muy malherida en un hospital. A su esposo le dijeron que como mucho le quedaban 24 horas de vida. Esther sentía que se moría: "Ya ni siquiera sentía mi cuerpo. Es una sensación extraña, como que parece que te abandona tu cuerpo, una sensación difícil de explicar".

Depués de 13 operaciones Esther consiguió salir adelante. Ha reecho su vida con una positividad sorprendente. Dice haber aprendido mucho del sufrimiento. Escuchar estas experencias nos permite superar cualquier tipo de instrumentalización ideológica de cualquier color, es lo que permite hacer frente al nihilismo destructivo del terrorismo. El yihadismo pretende reducir a la nada el valor de la vida. Su valor infinito es instrumentalizado de forma abominable para provocar terror. Por eso es necesario hacer un ejercicio de memoria, aprovechar esta ocasión para preguntarnos que razones, que experiencias nos hacen estar en pie frente al terror.

El tiempo pasado puede ayudarnos a evaluar las consecuencias sociales y políticas del 11 M. Tras los atentados, el mal provocado por las bombas extendió su onda expansiva provocando una factura sin precedentes. Se produjo un intento de transferencia de culpa. Los políticos se acusaron de haber sido los responsables de lo sucedido, de haber mentido, y de haber rentabilizado electoralmente los atentados. Esa sucia reacción se trasladó a la sociedad. Durante años se alimentaron dudas y sospechas sobre la posible autoría. Mucho más tarde quedó claro que el terrorismo yidahista había planeado los ataques antes de que comenzará la Guerra de Iraq que tanto sufrimiento trajo al mundo.

Quince años después la amenaza del yihadismo sigue presente, no con terroristas que vienen de países cercanos, con terroristas que crecen entre nosotros. La prueba fueron los atentados terroristas de Catalluña en agosto de 2017. Como en toda Europa, seguimos sufriendo el terrorismo que dice actuar en nombre de la religión.

El perfil ha cambiado radicalmente. Los yihadistas ya no son inmigrantes de segunda generación. El patrón de comportamiento ya no es el de una estructura jerarquizada como lo era Al Qaeda. Los terroristas son personas que se radicalizan en internet, en cárceles o a través del contacto con personas ya radizcadicalizas. Son en muchos casos jóvenes que tienen una relación muy superficial con el islam.

Desde el 11M se ha detenido a unas 800 personas. Hemos exportado probablemente doscientos yihadistas a Siria y al norte de Iraq. El yihadismo siempre nos deja dos grandes preguntas: ¿Amamos nosotros más la vida de lo que dicen los terroristas amar la muerte? ¿Tenemos nosotros razones suficientes para afirmar la vida?