De Haro sobre la reacción del PSOE tras ser investigada Begoña Gómez: "Conspiración y caza al juez. Trumpismo"

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El Ferrari Roma, que es el Ferrari más normalito, por llamarlo de algún modo, es capaz acelerar de 0-100 en 3,4 segundos y alcanzar los 320. Una bestia dicen los que lo han conducido. Dicen los maestros que con las redes sociales y el móvil les hemos dado a los adolescentes un Ferrari sin obligarles a examinarse del carnet de conducir. El Gobierno quiere ahora que los adolescentes sean menos adolescentes para poder abrir una cuenta en redes sociales, y que esté prohibido hasta los 16 años. Ya nos dirán cómo lo hacen.

Las limitaciones de velocidad son buenas y funcionan, los carnets de conducir son necesarios, pero esta obsesión por la norma en la que vivimos es absolutamente ingenua y, sobre todo, asfixiante. Las normas son necesarias pero detrás de un adolescente que usa bien o mal las redes sociales hay una persona a la que no se le educa a base de normas. Pensar que las normas lo solucionan todo nos delata a los adultos porque pone de manifiesto que los adultos nos consideramos derrotados, acudimos a las normas porque nos sentimos incapaces de educar.

Hace once meses La Vanguardia publicaba una encuesta sobre el grado de preocupación de los votantes ante un posible gobierno de coalición del PP y de Vox. Más del 60% de los ciudadanos expresaba bastante o mucha preocupación ante la eventualidad de un Ejecutivo con ministros de Vox.

Por el contrario, solo un 41 por ciento de los votantes mostraba bastante o mucha preocupación por un Gobierno de PSOE y Sumar. Eso lo explica todo. Hace un año el PP cerraba sus acuerdos con Vox antes de las generales. Y allí estaba Sánchez para sacar partido a esos acuerdos agitando lo que todos sabemos: el fantasma de la ultraderecha.

Hay gente que tiene decidido desde hace mucho tiempo su papeleta, pero hay un 16 por ciento que lo decide esta semana. Un 16 por ciento es mucho. Eso lo explica todo. Eso explica que hayamos conocido la segunda o la tercera carta de Pedro a las gentes de España. Vamos a carta por mes.

Sánchez es el último escritor de cartas en el mundo digital. Se quejaban de que Rajoy solo se materializaba en un plasma, Sánchez es todavía más económico. Venga cartas, ni una rueda de prensa. Se trata de hacerse la víctima, la operación se explica por sí misma. Sánchez pone pingando al juez que ha citado a declarar a su mujer, la culpa es del PP y de Vox que intentan interferir en el resultado electoral con malas artes.

Traducido: Sánchez acusa a la ultraderecha y a la derecha de una conspiración, no tiene otro nombre. Es la misma acusación que le hizo Trump a Biden el día en el que el expresidente de los Estados Unidos resultó condenado. Fieles al jefe, los ministros de Sánchez han salido en tromba a defender la teoría de la conspiración. El ministro de justicia ha amagado con poner a caldo al juez.

Pero de repartir fango ya se ha encargado Óscar Puente. Teoría de conspiración y caza al juez. ¿Cómo se llama eso? Trumpismo. Le quitas algunos adjetivos, y se parece muchísimo.

Herrera en COPE

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Con Carlos Herrera

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