De Haro, sobre el reconocimiento de Palestina: "Ojalá pudiera ser factible, pero ahora no es posible"
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El domingo leí con mucho interés la columna que publicaba Rosa Montero en el diario El País. Me parecía que escribía sobre lo que de verdad, de verdad, nos preocupa a todos.
Decía Rosa Montero: “Yo. Es una palabra de solo dos letras, pero su contenido es monumental. El yo es el tremendo protagonista de nuestra realidad. Lleno de deseos, de miedos, de expectativas, de una obstinada voluntad de vivir”.
Pues es verdad, yo tengo mucha importancia, yo soy yo, y mi deseo de felicidad, mis miedos, mi deseo de vivir, de vivir para siempre es una cosa muy seria. No tengo que avergonzarme porque mi interese mi yo. Los moralistas dicen que dar mucha importancia al yo es ser un egoísta y estar mirándose demasiado el ombligo. Pues que hablen con Agustín de Hipona, con Antonio Machado, con Taylor Swift.
Pues claro que nos importa nuestro yo, en nuestro yo se condensa el mundo entero. Rosa Montero, sin embargo, al final del artículo, sin embargo, lanza la vieja idea: ni tú, ni yo no somos nadie, no somos nada. “A ver si al final este yo que lo es todo para nosotros no es más que un truco, una estrategia, un eficaz invento”, dice Rosa Montero.
No sé si Rosa Montero lo dice para provocar o porque siente ella la tentación de pensar que no es nada, de que en realidad no existe, la tentación de que nada es real, como en la película del Show de Truman. Entiendo la tentación de Rosa Montero, a mí a veces me paso lo mismo. Pero después de tener ese pensamiento, me asalta el dolor de la injusticia, alguien me ha tratado mal y me enfado mucho, me asalta el feroz deseo de vivir, de vivir mejor, de estar contento y se me acaban las ideas y es la vida la que decide por mí. La vida decide que yo existo y me lo deja bien clarito.
A Daniel lo conocimos los de la tarde cuando estuvimos en diciembre en Tierra Santa, muy cerquita de Gaza. Daniel es un cristiano palestino que vive en Belén y que habla español. He hablado hace unos minutos con él y me ha dado las gracias porque España haya reconocido a Palestina como Estado.
Vamos a dejar por un momento el guirigay oportunista de la política nacional, ya hablaremos de la amnistía mañana. Hoy Sánchez ha reconocido el Estado Palestino en una declaración solemne. Y es de justicia que critique severamente a Hamás y que se reconozca a los palestinos el derecho a un Estado. Sánchez no ha reconocido solo un Estado, ha definido qué tipo de Estado reconoce.
Los territorios palestinos, si los miramos en un mapa, son dos manchas, una al oeste de Jerusalén y otra al este. La mancha que está al oeste es Gaza, es una mancha pequeñita que da al mar. La otra mancha, la del este, es Cisjordania. Ese corredor que pide Sánchez es desgraciadamente imposible porque está en el Estado de Israel.
Desgraciadamente, tampoco es posible que los palestinos controlen Cisjordania en un Estado Palestino. El ejército de Israel controla buena parte de la entrada a Cisjordania y controla la movilidad en Cisjordania. Los territorios palestinos, casi todos los territorios palestinos, están controlados por el ejército israelí.
Es como si en España el control lo tuviera el ejército italiano. Pero también es desgraciadamente imposible la solución de los dos estados porque los colonos israelíes llevan año ocupando Cisjordania. El procedimiento es sencillo.
En un rincón de los territorios palestinos aparecen diez excavadoras, protegidas por el ejército Israelí. En una tierra que no es suya allanan el terreno y construyen bloques de edificios y se quedan con dos, tres, diez hectáreas de terreno palestino. El ejército protege a los colonos.
¿Por qué los colonos se quedan la tierra de los palestinos? Porque dicen que esa tierra es suya, se la dio Dios, dicen. Más de 700.000 israelíes viven en unos 150 asentamientos. Y la cosa no para. Ojalá pudieran ser factibles los dos, pero en este momento, desgraciadamente, no es posible.