

"Parece mentira que lo del matrimonio de Oviedo pueda ocurrir en pleno siglo XXI, pero el miedo extremo siempre ha existido y más cuando pensamos en cuidar a quienes tenemos más cerca"
La directora de 'La Tarde' analiza el terrible suceso de Oviedo, donde un matrimonio alemán ha tenido encerrado a sus tres hijos durante cuatro años. Han aludido que fue por miedo
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Te voy a situar en este pasado lunes, justo antes del gran apagón. Son las 11 de la mañana y una comitiva policial, con una interprete de alemán, llama a la puerta de una casa de Fitoria, una pedanía de Oviedo.
Tras esa visita, la policía ha calificado esa vivienda como la “casa de los horrores”. Un matrimonio de origen alemán ha mantenido a sus 3 hijos encerrados durante 4 años, rodeados de basura, excrementos, pañales y una ingente cantidad de medicamentos. Los niños tienen entre 8 y 10 años y los dos pequeños son gemelos.
4 años aislados del mundo a tan solo 2 kilómetros del centro de la ciudad de Oviedo. ¿Nadie notó nada? Bueno, Fitoria es una zona residencial tranquila y desde el exterior nada hacia pensar, a simple vista, que en aquella casa estaba viviendo una familia entera.
A simple vista no, pero una vecina si que comenzó notar que en aquella casa desangelada de vez en cuando, se escuchaban sonidos de niños. Seguramente esta mujer comenzó a prestar más atención y creyó ver a esos niños entre lo poco que se veía del interior de la vivienda con las persianas bajadas. La verdad es que según te lo voy contando, casi me parece un relato de Alfred Hitchcock pero es real.
Esta vecina llevó más allá su curiosidad y se fijó en que esos niños, a los que nunca había visto pero sí escuchado, ni siquiera salían a la calle a la hora de ir y venir del colegio. Ahí fue donde la curiosidad acabó en una denuncia a los servicios sociales de Oviedo el pasado 14 de abril.
La Policía Local es la que tiene la competencia para comprobar la escolarización de los niños, así que decidieron observar esa vivienda. Solo vieron al padre, el único censado en el padrón, y solo abría la puerta para recoger los pedidos del supermercado. Pedidos que comprobaron eran demasiado grandes para una sola persona. Efectivamente, allí estaba pasando algo muy raro.
Aquí es donde volvemos al principio de este relato, al pasado lunes, justo antes del gran apagón. Al momento en el que la policía llama a la puerta.
Abre el padre, completamente desaliñado y descalzo. No tarda nada en reconocer que allí vive con su mujer y sus tres hijos y para añadir más elementos extraños a todo este caso, la familia tiene con un gato con deformidad.
Los agentes piden ver a los niños y estos salen con varias mascarillas y con unos zapatos que no eran de su número porque hacía 4 años que no se compraban calzado. Una vez en la calle se pusieron a correr con evidentes signos de descoordinación en sus movimientos.
Cuando les hacen la pregunta clave, ¿por qué viven así? Este matrimonio responde que buscaba preservar la delicada salud de sus hijos y aseguran que querían arreglar la situación, pero que el miedo les pudo.
Los servicios sociales del principado se han hecho cargo de los menores y la Guardia Civil ve indicios de criminalidad. Parece mentira que esto pueda ocurrir en pleno siglo XXI, pero el miedo extremo siempre ha existido y más aún cuando pensamos en cuidar a quienes tenemos más cerca, ese miedo que puede superar a toda lógica. De ese miedo nadie está libre, otra cosa es saber gestionarlo.
Fray Antonio de Guevara, un franciscano español de la Media, Cronista de Carlos V, dejó esta frase: “El corazón que está lleno de miedo, ha de estar vacío de esperanza” .
Esto es lo que hace a este caso tan tremendo y a la vez, tan triste.