Así se autogestiona su bar un pequeño pueblo de Cuenca: "Es un punto de reunión para ancianos y visitantes"
Paqui, una de las personas que se encarga de este establecimiento, ha contado en 'La Tarde' cómo es su día a día
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Villar del Infantado es el nombre de un pueblo de Cuenca que tiene 44 personas censadas. Hace no tanto, llegaron a ser 409 pero con muchos pueblos de la 'España Vaciada' fueron perdiendo habitantes. Tienen mucha historia y también un bar gestionado por sus vecinos y para sus vecinos. Clientes y administradores. Todos forman parte de este bar que es uno de los pulmones que mantiene vivo el pueblo.
Paqui es una de las personas que se encargan del bar y ha contado en 'La Tarde' cómo es su día a día. "Aquí vamos haciendo turnos pero si uno no puede siempre hay alguien para sustituir. No sabría decirte cuantas personas tienen la llave del establecimiento".
Hace más de 30 años, se hizo una asociación cultural. La gente mayor se fue jubilando, no querían dejar el pueblo desatendido y abrieron la posibilidad de abrir el bar y una pequeña tienda "donde cualquiera que venga un fin de semana pueda comprar lo que necesite y los mayores puedan estar tomando un café". Inicialmente contrataron gente pero no es viable. Sobre todo en invierno.
"Fue funcionando, todos fuimos conscientes de que teníamos que poner de nuestra parte y todo lo que ha hecho falta pues lo hemos hecho", ha contado. Además, ha asegurado que no son muy exigentes con la calidad del café (decía con total ironía porque son los propios vecinos los que trabajan allí).
Cisneros se preguntaba por qué es tan importante para un pueblo pequeño mantener un bar abierto. Paqui lo tiene claro. "Es un punto de reunión para que la gente mayor pueda estar más cómoda y la gente de fuera pueda relacionarse. Se trata de hacer un poco de familia. Esa es la idea".
"Utilizamos lo que recibimos de los clientes para ir reponiendo y pagar suministros"
Paqui también ha contado cómo se organizan y es un poco sobre la marcha. "Nos apañamos. A veces bajo si hay mucho lío y ayudo al compañero que hay y así. Utilizamos lo que recibimos de los clientes para pagar los suministros e ir reponiendo", cuenta.
En principio, no se ha ofrecido nadie para quedarse del bar pero "si hay alguien que se encargase... como el invierno es tan escueto yo no sé la rentabilidad que podría tener y nos dejaría en la calle porque tenemos mucha libertad al ser nosotros los que lo gestionamos"; reflexiona.
Durante la pandemia, estuvo prácticamente cerrado. Se abría para el panadero y si hacía falta algo llamaban a la puerta. Respecto a lo que más sirven, cuenta Paqui que triunfan los cafés y las cervezas. Los cafés tienen un precio de 1,20 y una cerveza 1,30. "Tuvimos que subir los refrescos a 1,50 por el nuevo impuesto del Gobierno", asegura.
Y aún así, con la subida de la luz, la calefacción y el transporte, se plantean subir los precios de cara al verano porque es cuando se reúnen y hacen recuento del año y los ajustes para el año próximo. Un pueblo que, con este bar, trata de encontrar momentos de ocio y diversión con visitantes y vecinos.