La foto de Fernando de Haro: "Si se miran se ven la cara con todo detalle"

La foto de hoy viene de Estados Unidos aunque el cielo que retrata es más propio de El Escorial que de Washington. Un cielo de nubes altas, sin lluvia, nubes que se dirían de algodón, unas nubes elegantes que se apartan para dejar ver un azul limpio. Bajo ese cielo imperial se alza un edificio neoclásico de esos que imitan en sus columnas, en sus capiteles y en sus frisos a los templos de los antiguos griegos. Delante de monumento tan principal hay un puñado de gente que se manifiesta contra otro puñado de gente. Un señor calvo con una camisa de azul de Persia sostiene entre las manos un pequeño megáfono. La trompeta tiene el color de un chicle de fresa. Y la estampa está entre lo cómico y lo trágico porque el manifestante se toma a sí mismo muy en serio y el altavoz portatil es demasiado pequeño y además tiene un gesto de hombre desgraciado. Enfrente, en el otro frente, frente por frente una señora con un vestido de florecitas rosas le increpa también ella con un megáfono blanco del mismo tamaño. La señora, joven, adornada con una trenza que desciende por el hombro derecho, abre mucho la boca y apoya sus razones o sinrazones levantando un dedo. La voz femenina elevada en decibelios por la bocina parece dirigirse a una gran masa, a una gran multitud lejana. Podría dirigirse a los extras de la película del Imperio Romano o a un bañista que se aleja demasiado de la playa y se acerca peligrosamente a una corriente. Pero no, los dos protagonistas de la foto, con sus dos megáfonos, se dirigen a oyentes que se encuentran a dos metros. Si se miran, se ven los ojos, si se miran se ven la cara con todo detalle.