La foto de Fernando de Haro: "De la noche sin descanso con las tripas que gimen..."

Foto de un niño entre ollas y cazuelas. El niño está en esa edad en la que el mozo que lleva dentro empieza a asomarse en las hechuras del cuerpo, en el estirón de las piernas en lo disonante de la voz. El niño con la piel del color de los dátiles, con los ojos muy grandes y muy abiertos, con las pupilas de carbón y las cejas como ríos de asombro oscuro. El niño suda y mira hacia arriba y dibuja con los labios una o muy cerrada y parece que va a decir algo pero ya lo ha dicho todo. El niño está agachado entre el pecho de un hombre al que no se le va la cara y un perol gigante en el que hierve un potaje del color de la remolacha. A quien mira la foto se le antoja que cien brazos y cien manos de un pulpo muy grande y muy hambriento sostienen lebrillos, barreños, cubos de pintura vacíos, ollas, todo lo que sirva para llevarse algo del guiso que hierve se han dado cita en la cocina. Se han dado cita en la boca del perol todo los estómagos, todas las tripas y todas las almas con necesidad. La carestía y la penuria es muy grande. Falta el pan desde hace días, el agua solo se bebe a tragos cortos. Siempre está sucia. El niño que mira ya como un hombre, que pide como un pueblo entero, tiene en los ojos el grito de la desdicha, de la noche sin descanso con las tripas que gimen.