Una experta avisa sobre el boom del turismo sanitario: "El seguimiento médico reside en el equipo quirúrgico"
Antonio, un paciente de 42 años pesaba en mayo 176 kilos, tenía obesidad mórbida y decidió subirse en un avión solo para poner solución a su obesidad mórbida
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El hecho de viajar a Turquía para hacerse un injerto de pelo alcanzó cierta popularidad. Sin embargo, actualmente cada vez son más las personas que acuden a este país para someterse a reducciones estómago
Antonio, un paciente de 42 años, en mayo pesaba 176 kilos, tenía obesidad mórbida y decidió subirse en un avión solo. Esta decisión la tomó tras estar en lista de espera durante cuatro años. Así que realizó un viaje de 3.000 kilómetros para realizarse una reducción de estómago. Llevaba desde 2018 apuntado a una lista de espera. “Me llevé muchas decepciones en cuanto a lo que es la sanidad de nuestro país, la espera fue de 4 años, primero solicité a mi médico de cabecera”, ha incidido el paciente. Su problema era que, a pesar de seguir diferentes rutinas controladas por dietistas, no conseguía bajar su peso.
Finalmente, decidió marcharse a Estambul “completamente asustado”, ha asegurado. Él se despidió de su madre sabiendo que “me podía morir en Turquía”.
“No he tenido secuelas de ningún tipo ni fiebre, ni vómitos, me levanto con ganas de hacer lo que no podía como pasear en bici”, ha señalado Antonio.
En su caso no ha sufrido ningún tipo de complicación, ni le han quedado secuelas. Pero no es ninguna tontería volverse a los tres días de haber sido operado. Sin embargo, muchos pacientes están tomando esta decisión por dos motivos: En primer lugar, las largas esperas y en segundo lugar, por los precios, ya que en España, esta operación cuesta tres veces más que en Turquía.
Por su parte, la doctora Andrea Cuidin, miembro de la Junta Directiva de la Sociedad española de Obesidad y coordinadora de la unidad obesidad mórbida, ha explicado en ‘La Tarde’ las posibles complicaciones que pueden presentar los pacientes.
“No es un procedimiento exento de complicaciones”, ha señalado la doctora. El problema es no tener en cuenta la preparación previa. Además, según la experta el paciente tiene que saber y entender que la vida cambia por completo ya que por ejemplo el tracto intestinal se modifica por completo, lo que puede desencadenar la necesidad de incorporar suplementos de vitaminas. Por otro lado, debe conocer que puede correr riesgo de malnutrición y en el caso de hacerse largos trayectos para regresar a casa, tras la operación, se pueden deshacer los puntos.
El problema del turismo sanitario (viajar a un país distinto al que residimos para someternos a operaciones) es que al final son pacientes que por la sanidad que tenemos se les atiende, pero “es una operación que no sabemos qué técnica, ni qué preparación previa se ha realizado”, ha incidido la experta. ”Si es turismo sanitario no se sabe si se hacen estas pruebas o si han analizado estas características”, explica la doctora. Esto hace que a posteriori se complique el seguimiento.
“Se necesitan más recursos, pero no solo de cara a la cirugía, sino también a nivel farmacológico ya que existen pero están financiados por la seguridad social”, señala la experta. De esta forma, los médicos tienen unas posibilidades de respuesta muy limitadas y “llegamos a un 3% de los pacientes”, subraya Andrea Cuidin.
En cualquier caso se alerta contra este turismo sanitario que puede tener graves complicaciones porque no es una operación sencilla. El problema es que los cambios tienen consecuencias de por vida. No es tanto el momento sino el seguimiento progresivo de la dieta. El seguimiento médico lo debe hacer el equipo quirúrgico, según la evolución de la herida, “pero es elemental durante el primer año”, explica la doctora.