'Casa Santa Teresa', un hogar para el trabajo y el descanso de las personas con discapacidad: "Elige a los que no cuentan para que cuenten"

En 'Mediodía COPE' conocemos la labor de este centro ubicado en el corazón de la ciudad que tiene como objetivo la inclusión laboral de adultos con discapacidad

Ana Torres

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

      
      
             
      

Cerca de la plaza de Castilla, en Madrid, hay un lugar que, en cuanto uno entra, no parece estar en el centro de la ciudad. El bullicio de la calle, el ruido de los coches y de las ambulancias y las prisas con las que todo el mundo se mueve de un sitio a otro, desaparecen. Y, entonces, uno ha entrado en La Casa Santa Teresa, una casa que la mayoría conoce como 'La casa de las monjas de los abrazos'. "¿Cómo transmito en Evangelio y el amor de Dios, decir que Dios es padre si no soy tierna y no te transmito lo mucho que él te quiere? Te tengo que dar un abrazo, te lo tengo que transmitir”

Sor Luisa María es quien nos ha recibido en este centro junto a dos hermanas más: Sor Elisete y Sor Guillerma, y las tres trabajan para que cada día salgan adelante todos los proyectos que nacen en esta casa tan especial. Pertenecen a la congregación de las Hijas de Santa María de la Providencia y en su casa, cada día se atiende a 35 adultos, 'los chicos y chicas' como ellas los llaman, con discapacidad intelectual y de desarrollo.

Una de ellas es Susana, quien tiene síndrome de Down y desde hace cuatro años, no solamente trabaja cada día con estas hermanas, ahora vive con ellas. Junto a la Casa Santa Teresa, hay también tres casas 'familia' y 17 de esos 36 chicos, también se quedan a dormir. El ambiente que se respira es de ternura y esto es así gracias a la estupenda labor que realiza el equipo humano que trabaja allí.

En total, 25 profesionales se turnan todos los días del año para que estos 'chicos' se sientan cómodos y puedan trabajar en lo que más les gusta.

Merce Jurado es educadora en la Casa Santa Teresa y una de las personas que mejor conoce cómo se organizan los chicos para trabajar cada día. “Lo mejor es el acompañamiento y las enseñanzas que día a día recibimos. Parece que nosotros dirigimos su vida y muchas veces son ellas las que nos marcan los pasos. Vine de visita y llevo 24 años... esto te engancha, te pide que continúes aquí”.

Además, el objetivo final del centro es conseguir la inclusión laboral siempre que sea posible de estos chicos con discapacidad, y para conseguirlo, hacen de todo: preparan tapones para botellas de agua oxigenada, encuadernan material escolar, hacen agendas personalizadas, calendarios e incluso, envasan té.

      
             
      

Hacer el bien, bien hecho"

Luis Guanella, fundador de las Hijas de Santa María de la Providencia 

Otro de los motores que mantienen viva y activa esta casa de los abrazos son sus voluntarios: 55 personas en total que aparcan todas las semanas sus obligaciones para pasar unas horas con los chicos, y si en algo están de acuerdo todos ellos es que, en este ratito que pasan juntos, siempre reciben más de lo que pueden dar. “Las personas con discapacidad les forman de los verdaderos valores de la vida. Cuando están aquí aprenden tantas cosas que cuando se van nos dicen que “ofrezco, pero recibo mucho más de lo que ofrezco”.

LA FE, LA COLUMNA QUE SOSTIENE EL PROYECTO EN LA CASA SANTA TERESA 

El carisma de la congregación es el cariño y la cercanía y también llevan por bandera un lema que proviene de su fundador, el sacerdote italiano Luis Guanella: “Hacer siempre el bien, bien hecho y hacerlo bien hasta el final”.

Sin lugar a dudas, el motor fundamental y el más importante en esta casa es, por supuesto, es la fe. “Es la columna que sostiene todo este edificio de casas,y el de nuestro proyecto. Dios elige a los que no cuentan para que cuenten y nuestra tarea es que todas esa gente que no cuenta, cuente cada vez más. La fe es terapéutica, sana y salva, hace personas felices”. La Casa Santa Teresa, un oasis de ternura en el centro de la ciudad, una casa en la que, a través de los abrazos, Dios se hace presente cada día en todas y cada una de las personas que viven y trabajan allí.