No queremos la guerra, luchamos por nuestra libertad
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Hace pocos días pude abrazar a tres amigas ucranianas que salieron de Jarkov al comienzo de la guerra. Allí han dejado sus familias, sus hogares y sus recuerdos.
Cuando hablé con ellas se había intensificado la ofensiva rusa contra la segunda ciudad del país: todos los días se producen ataques con drones y cohetes que provocan muertos y heridos, e incrementan la destrucción en una ciudad que, antes de la invasión, contaba con dos millones de habitantes, y donde ahora solo permanece un millón, la mitad de ellos refugiados de otros lugares.
Mis amigas no ocultaban su dolor y también su temor a que el cansancio haga mella entre nosotros, los europeos, y a que dejemos de entender su lucha por la libertad y por su propia existencia como nación. También vi cómo la fe y la pertenencia a la Iglesia les permite atravesar esta durísima circunstancia sin perder la esperanza.