Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Dice la Agencia Asia News, que de esto sabe, que en la historia humana del padre Jacobo Huang se concentra toda la historia reciente del catolicismo en China, con todas sus heridas y su extraordinaria capacidad de renacer. Nació en 1933 y era el hijo menor de una familia católica. En 1949 se encontraba en el seminario de Kunming cuando llegaron los comunistas y lo cerraron, pero la semilla de la vocación resultaría más fuerte que cualquier prueba. Durante un tiempo pudo estudiar teología en la catedral, hasta que fue obligado a trabajar como obrero en un taller de reparación de automóviles. Eso no le impidió participar activamente en la comunidad católica local, por lo que, en 1966, en plena Revolución Cultural, fue arrestado y pasó más de diez años en prisión.

En 1978, al salir de la cárcel, volvió a trabajar en un taller de maquinaria agrícola, y después como carpintero. En 1994, el obispo clandestino He Dezong, que estaba reconstruyendo pacientemente la Iglesia local, decidió ordenarle sacerdote y le asignó a la aldea de Lefeng. Tenía ya más de 60 años. En 2012 fue nombrado administrador apostólico de Kunming, en la provincia sureña de Yunnan, pero el gobierno no reconocía su autoridad. La situación se volvió más difícil cuando las autoridades comunistas impusieron la ordenación episcopal del joven sacerdote Ma Yinglin, sin el mandato de la Santa Sede. Seis años después, tras la firma de los acuerdos entre la Santa Sede y el gobierno de Beijing, el obispo Ma fue admitido en la plena comunión eclesial junto con otros seis prelados chinos ordenados ilícitamente como él. Durante esas difíciles circunstancias el padre Jacobo Huang se mantuvo siempre como una figura ejemplar para todos. Falleció el pasado domingo con noventa y dos años. La suya fue una vida sencilla y dura, era concienzudo y profundamente responsable en su labor pastoral. Quienes le conocieron dicen que “mantener tal estado de pureza en una sociedad materialista como la actual es un milagro donado por Dios a nuestros tiempos". Seguro que esa semilla dará su fruto para el futuro de la Iglesia en China.