La alegría de la Iglesia es evangelizar
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De los muchos mensajes del Papa en su viaje a Malta, hoy propongo su homilía en el santuario nacional de Ta’ Pinu, en la isla de Gozo. Hasta siete veces repitió Francisco que la alegría de la Iglesia es evangelizar. Sabiendo que en Malta se refugió el apóstol Pablo, cuyo barco había naufragado en su viaje hacia Roma, el Papa se preguntó qué significa “volver a la Iglesia de los orígenes”. Desde luego no es copiar ciertas formas de la primera comunidad cristiana que, además, no debemos idealizar. Tampoco significa “omitir la historia”, como si el Señor no hubiera hablado y obrado grandes cosas en la vida de la Iglesia de los siglos sucesivos. Volver a los orígenes significa redescubrir el centro de la fe: la relación con Jesús y el anuncio de su Evangelio al mundo entero. Como recordó Francisco, “la principal preocupación de los discípulos de Jesús no era el prestigio de la comunidad, ni su influencia social, ni era el refinamiento del culto. Lo que les movía era llevar el testimonio del Evangelio de Cristo hasta los confines del mundo. También esa debe ser nuestra alegría y nuestra razón de ser.
Lo ha dicho en Malta, pero vale exactamente igual para nosotros en España: debemos agradecer y aprender de la historia riquísima que nos precede, pero la vida de la Iglesia no es solamente una historia pasada que hay que recordar, sino un gran futuro que hay que construir siguiendo la llamada de Dios. Por tanto, no nos basta una fe marcada por la costumbre y por algunos momentos fuertes de gran impacto social; necesitamos una fe que se funde y renueve en el encuentro personal con Cristo, en la escucha cotidiana de su Palabra, en los sacramentos y en la amistad de la comunidad cristiana, y que se ponga a prueba en la acogida de los sufrimientos de quienes nos rodean, en la respuesta a su búsqueda de sentido y de plenitud para sus vidas.