Si alguien no te amara no estarías aquí

José Luis Restán reflexiona sobre la figura del escritor Cormac McCarthy

José Luis Restán

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Hace unos días falleció uno de los grandes escritores de nuestro tiempo, el estadounidense Cormac McCarthy, que nos ha ofrecido novelas impactantes sobre el misterio de lo humano como La carretera, Sunset Limited, la Trilogía de la Frontera, y El Pasajero. En todas ellas ha buceado dramáticamente en el significado de la realidad y en sentido del vivir. Decía que en sus obras quería afrontar solo “cuestiones de vida o muerte” y que no se fiaba de los autores que no lo hacen. Mi colega Davide Perillo escribe en la revista Huellas que usaba “un lenguaje rico y esencial a la vez, capaz de hacer aflorar de las cosas una nostalgia inexplicable”. Porque para McCarthy, la realidad está viva, desborda de vida y de misterio. Su gran lucha ha consistido en atravesar la realidad, aparentemente opaca, para encontrar algo que dé sentido a nuestro viaje.

Uno de los temas de su obra es, sin duda, el misterio del mal. Pero en sus obras, cuando parece que todo se precipita hacia las tinieblas, se abre una pequeña grieta por la que se introduce la salvación. Como dice uno de sus personajes: “la bondad de Dios aparece en lugares muy extraños, y no hay que cerrar los ojos”. Perillo subraya estas dos coordenadas: los ojos abiertos y la bondad divina; nuestra libertad y Dios, evocado, aludido o llamado por su nombre. Porque Dios es inevitable cuando se habla en serio de la vida y de la muerte, como dice otro personaje: “no sé quién es ni qué es Dios, pero tampoco creo que todo esto surgiera así por las buenas… si algo no te amara tú no estarías aquí”.

En medio de tanta banalidad, yo siento gratitud por las obras de McCarthy que, a veces, resultan difíciles y provocan desasosiego, pero que siempre testimonian la búsqueda más noble del corazón humano. Y me quedo con el impagable diálogo entre padre e hijo en La carretera, en medio de la desolación: “todo irá bien, porque nosotros llevamos el fuego”. El fuego que remite al Infinito, el corazón que nada ni nadie puede acallar.

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