José Luis Restán

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Hace pocos días me impactó este titular de una amplia entrevista al científico José Manuel Sánchez Ron en el diario El Mundo: “un científico creyente es una anomalía”. Yo pensaba, ingenuamente, que este tipo de afirmaciones correspondían a un tiempo pasado. Pensaba que el diálogo entre la experiencia de la fe y el saber científico había aclarado muchos malentendidos y despejado algunos recelos mutuos. En todo caso, el tópico pervive, a pesar del hecho irrebatible de que grandes científicos de todos los campos (no pocos Premios Nobel) hayan sido y sean creyentes. En España, sin ir más lejos, tenemos un hermoso ramillete de científicos católicos entre los que dieron vida a nuestro Consejo Superior de Investigaciones Científicas, como José Ibáñez Martín y José María Alvareda: católicos y pioneros, aunque Sánchez Ron, que también es historiador de la ciencia, parece desconocerlos.

Junto a los nombres de relumbre histórico conozco a hombres y mujeres de fe que son importantes científicos en campos como la bioquímica, la física, la astronomía o las matemáticas. Nunca he observado en ellos contradicción ni forcejeo entre su condición de creyentes y su actividad científica. Al contrario, la fe hace que su razón sea más vivaz y curiosa, más abierta; y su saber científico no mortifica la fe, sino que la hace más penetrante y luminosa. Dentro de pocos días se cumplirán 30 años del fallecimiento del gran médico genetista francés Jerôme Lejeune, descubridor del gen que causa el Síndrome de Down y gran promotor de la cultura de la vida. Su causa de canonización está abierta y ojalá que llegue pronto a buen puerto. Al tiempo que tocaba las cimas más altas de la ciencia (no alcanzó el Nobel sólo por su valiente defensa de la vida) participaba en los sacramentos, leía la Biblia y rezaba el rosario diariamente. Vivía la caridad y la verdad estrechamente unidas.

Yo no le pido a nadie, tampoco a los científicos, que sean creyentes, pero sí que miren a la realidad con los ojos abiertos. Que eso tiene mucho que ver con la ciencia, ¿no?