Frente a la prepotencia del mal

José Luis Restán

Publicado el - Actualizado

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El sábado, en la ciudad polaca de Wroclaw, fueron beatificadas diez religiosas de la Congregación de Santa Isabel, asesinadas en 1945 por soldados soviéticos en los últimos compases de la II Guerra Mundial. Ante la llegada del Ejército Rojo, muchos habitantes de esta ciudad de Silesia, en la que abundan los apellidos de origen alemán, decidieron huir. En cambio, estas religiosas decidieron permanecer para atender y proteger a los ancianos y niños que cuidaban, a pesar de conocer la violencia que practicaban los soviéticos, especialmente allí donde encontraban religiosas.

Las historias de cada una de estas diez monjas isabelinas están minuciosamente documentadas. Algunas eran muy jóvenes, otras ancianas. Ninguna había planificado un final heroico, más bien, sus vidas consistían en una entrega cotidiana en todo tipo de servicios: en las cocinas, como enfermeras, o en el cuidado de los niños y de las hermanas mayores. Europa era entonces pasto de la destrucción, primero a causa del horror nazi, después, del odio del comunismo que se cernió sobre el este y centro de Europa. En medio de aquel sinsentido, vidas como las de estas mujeres mantenían en pie el sentido último de lo humano.

Sin duda una gracia especial las mantuvo firmes ante la brutalidad de sus verdugos. Por ejemplo, Maria Paschalis, que da nombre a toda la causa: tenía 28 años y un soldado soviético intentó violarla, amenazándola con dispararla si no cedía. Su respuesta nos revuelve y nos desarma: "Nunca iré contigo, pertenezco a Cristo, Él es mi Novio, puedes dispararme". La población local la recuerda desde entonces como “la rosa blanca de Bohemia”. Hoy la violencia ciega y el odio campan de nuevo en el este de Europa. Necesitamos gestos de caridad, de hospitalidad y de perdón como los que encarnaron aquellas mujeres, como un dique misteriosamente levantado frente a la prepotencia del mal.