Una identificación inaudita

José Luis Restán reflexiona sobre unas palabras de Benedicto XVI

José Luis Restán

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Cuando arrecia el malestar sobre la Iglesia, cuando entre sus propios hijos cunden la murmuración y el descontento, siempre recuerdo la apasionada homilía de Benedicto XVI en el Estadio Olímpico de Berlín, en septiembre de 2011. Ya como teólogo, en el fragor de las tensiones del postconcilio, Joseph Ratzinger había expresado en una famosa conferencia las razones por las que, en medio de la tormenta, él permanecía en la Iglesia. Esas mismas razones las retomó en Berlín ya como Papa: cuando Jesús dice “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos” no describe una relación simbólica, sino “casi un pertenecer a Jesucristo en sentido biológico”. La Iglesia es esa comunidad de vida con Jesucristo y de uno para con el otro, que está fundada en el Bautismo y se profundiza en la Eucaristía, lo cual significa “una identificación inaudita del Señor con nosotros, con su Iglesia”. Y es que, en este mundo, “Él continúa viviendo en su Iglesia”, por provocativo que resulte escucharlo.

Cuando miramos a la Iglesia quedándonos en su apariencia exterior, como si fuera una organización social más, y cuando, además, sólo vemos el escándalo que provocan algunos de sus hijos, entonces ya no brota la alegría de pertenecer a esta vid que es la Iglesia. Y se extienden como una mancha de aceite la insatisfacción y el desencanto, porque no se realizan las ideas que cada uno tiene sobre “cómo debería ser la Iglesia”. Pero Jesús insiste: separados de esta vid, no podéis hacer nada.

Tenemos que tomar una decisión al respecto, retó entonces Benedicto XVI a quienes le escuchaban: sólo en esta comunidad estamos unidos a Cristo y, con Él, resistimos a las tempestades y prevalece la alegría. Ojalá podamos seguir cantando, como lo han hecho generaciones de católicos, esto que recordó el Papa bajo el cielo de Berlín: “Doy gracias al Señor, porque inmerecidamente me ha llamado a su Iglesia”.

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