La Iglesia siempre está naciendo

José Luis Restán

Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Con motivo de la próxima visita del Papa a Mongolia, el joven obispo de aquella pequeña iglesia, cardenal Giorgio Marengo, explica en un vídeo de la agencia FIDES su propia aventura misionera ligada al crecimiento de esta singular comunidad católica en el país de Gengis Khan. “La alegría más bella, dice el cardenal, no nace de contemplar con legítima satisfacción los frutos del propio trabajo, lo que llena el corazón de gratitud es contemplar la acción de la gracia a lo largo del tiempo, ver cómo el Señor se ha abierto camino en el corazón de estas personas”.

La alegría más bella, reitera, “es acompañar a las personas en su camino de fe”. En el vídeo recuerda el vuelo que le condujo desde Seúl a Ulán Bator, cuando era un misionero de la Consolata con tan solo 27 años, y al escuchar a las azafatas se preguntaba si algún día podría aprender ese idioma que ahora habla con soltura. Recuerda la primera misa pública celebrada en un Ger, la tradicional tienda mongola, como un momento muy bello. Y se refiere a la importancia de conectar con la primera presencia cristiana en territorio mongol en los primeros siglos de la Edad Media, cuando los cristianos asirios llegaron a esas tierras y también a China. De hecho, algunos comandantes del Khan eran cristianos.

Cuando el Papa le creó cardenal, estando al frente de una comunidad con apenas 1.500 bautizados, Giorgio Marengo entendió que podía ofrecer a la Iglesia universal la experiencia de una iglesia misionera tan pequeña y nueva. Piensa que es importante el intercambio entre la frescura de la fe de su joven comunidad y la riqueza de la tradición de iglesias con una experiencia más longeva. Pronto, esta pequeña comunidad católica centrará nuestra atención con motivo del viaje del Papa, y quizás nos ayude a entender que la Iglesia siempre está naciendo, que depende siempre de la gracia de Cristo, aunque tenga a sus espaldas un pasado glorioso; que siempre es, en cierto modo, nómada, como lo es todavía buena parte el pueblo de Mongolia, siempre con sus tiendas abiertas al horizonte infinito.

Temas relacionados