José Luis Restán

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Hoy es un día importante para la Iglesia en España. Esta tarde ha sido convocada una Asamblea extraordinaria de la Conferencia Episcopal para estudiar el Informe presentado por el Defensor del Pueblo sobre los abusos sexuales cometidos en el seno de la Iglesia católica y para diseñar el camino que debe proseguir la Iglesia en España para seguir afrontando esta herida. Es importante subrayar la manipulación descarada de los datos que han realizado algunos medios de comunicación. Es necesario preguntarse por qué el Congreso encargó este estudio centrado en una mínima parte de los abusos (el 0,2% según la Fundación ANAR), o por qué se confía a una encuesta telefónica el supuesto dibujo del mapa de los abusos en España. Y es importante mostrar las contradicciones y los absurdos que se derivan de todo este barullo de cifras, sí, pero el drama está ante nosotros. La propia Iglesia ha querido ponerlo ante los ojos de toda la sociedad en su Informe “Para dar luz”, que puede consultarse en la página WEB de la CEE.

Es mucho lo que ya se ha hecho. La escucha, atención y acompañamiento a las víctimas es primordial. Los culpables de los abusos deben responder por sus actos ante la sociedad y ante la Iglesia. Las reformas jurídicas y canónicas para garantizar la eficacia de los procesos han sido profundas, y es muy útil disponer de procedimientos de protección y de actuación claros. También es bueno que hayamos encontrado palabras para expresar una lacra que durante demasiado tiempo se propagó silenciosamente. Por supuesto, tenemos aún mucho trabajo por hacer en la Iglesia y en la sociedad, donde nadie parece conmoverse por cientos de miles de abusos que no han tenido lugar en ámbito eclesial.

Pero también es necesario mirar esta crisis desde una perspectiva teológica, afrontarla como creyentes. Hablamos de pecados terribles que dejan heridas profundas, no solo en quienes han sufrido el abuso, sino en el cuerpo entero de la Iglesia. Por eso necesitamos presentarlas ante Dios, para que la salud sea restaurada. Oración, penitencia y conversión son palabras sustanciales en este momento difícil.