La necesaria modestia en política
José Luis Restán reflexiona sobre el debate de la moción de censura de esta semana
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Me ha inquietado, más que sorprendido, que durante el debate de la fallida moción de censura de esta semana varios portavoces de partidos de izquierda hayan vinculado el triunfo de su propuesta política a la felicidad de la gente. No me refiero ahora a la mayor o menor conformidad que uno pueda tener con dicha propuesta, sino al hecho de generar la expectativa de que la felicidad de cualquiera pueda depender del triunfo de un programa político. Esta es una pretensión que a mí me enciende las alarmas y, por cierto, puede venir de la izquierda o de la derecha, e incluso de una pretendida identificación con el humanismo cristiano.
La política es importante y tiene una muy noble vocación, pero es necesario acotar su radio y sus ambiciones, incluso si fuese la mejor de las políticas posibles. Su objeto es el ordenamiento de la ciudad común, favorecer una vida buena a través de las leyes y de la acción de gobierno, ofreciendo a las personas libertad y seguridad. Por tanto, la política acerca o aleja la justicia, promueve o dificulta la libertad, pero no es fuente del sentido, ni da la felicidad, ni salva al mundo.
Hoy he leído una entrevista al escritor Javier Cercas en La Vanguardia, en la que afirma que “pretender imponer aquí el paraíso solo engendra el infierno”, y apuesta por lo que llama “la humilde democracia”, con sus instituciones muy imperfectas y con la necesaria conversación pública en libertad. Yo, como católico, estoy muy de acuerdo con esa visión modesta de la política que profesa uno que dice haber perdido la fe. Y me viene a la memoria esta genial afirmación de Joseph Ratzinger sobre la política: “el primer servicio que presta la fe a la política es liberarla de la irracionalidad de los mitos… resistir la seducción de los grandilocuentes… no pretender realizar lo que es de Dios, sino aceptar las dimensiones del hombre y llevar a cabo, dentro de esta medida, las obras del hombre”. Que los políticos sirvan modestamente al bien común, la felicidad ya lo buscaremos nosotros donde corresponde.