Para que tengan vida

La parroquia de Kariobangi, en la periferia de Nairobi, recibirá el próximo sábado el Premio Mundo Negro a la Fraternidad que otorga cada año la revista de los Misioneros Combonianos. La vida bullente de esta parroquia me hace pensar en el bien concreto que supone para el mundo una presencia cristiana verdadera. Una parte de su inmenso territorio se ubica en el barrio de Korogocho, un slum situado junto al vertedero de Dandora, el más grande de África oriental. En el área de la parroquia viven 100.000 personas, de las que 20.000 son católicos. La evangelización y el servicio a la vida están continuamente entrelazados: se organizan comunidades formadas por varias familias que se reúnen semanalmente para la formación cristiana y para dar respuesta a las primeras necesidades de ayuda a los enfermos y los pobres. La parroquia gestiona cinco escuelas primarias y una secundaria, donde estudian unos 1.600 chavales. Para responder a la extensión del Sida, las misioneras combonianas fundaron en Korogocho un centro para atender a las personas seropositivas. Pero la estructura sanitaria de más envergadura es un dispensario donde cada día cientos de personas reciben atención médica.

En Korogocho no existe ningún centro deportivo para los jóvenes, que con frecuencia son víctimas del alcohol y las drogas. Por ello se ha construido un campo de fútbol y una pista de baloncesto y voleibol. También han fundado una escuela de música y una biblioteca que dispone de 300 puestos y miles de volúmenes. Merece atención el programa Prolife, que lleva 30 años ayudando a las jóvenes que sufren violencia doméstica o están embarazadas. Los niños de la calle y los ancianos también encuentran una respuesta que nace de lo que dice una de las religiosas que trabajan en la parroquia: “sin la Palabra de Dios en el corazón no hay cambio en la vida, y tampoco se vive, se sobrevive”.