La persecución está empeorando
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El obispo de Hyderabad, en la región pakistaní del Punjab, no se anda por las ramas: “la persecución está empeorando y es alarmante”. El último caso trágico es la muerte de Nazir Masih, un cristiano de 70 años. Era propietario de una fábrica de zapatos y tras ser falsamente acusado de haber cometido blasfemia, una multitud atacó a su familia, saqueó y quemó su fábrica y su hogar. La familia logró escapar, pero Nazir fue brutalmente golpeado y, tras ser llevado al hospital, ha muerto. No es un caso aislado, es una cuenta más en el largo rosario de muertes provocadas por un fanatismo ciego frente al que las autoridades pakistaníes se muestran impotentes…y, a veces, conniventes.
Como una voz que grita en el desierto, el obispo Samson Shukardin ha urgido a que, al menos, se aprueben leyes que castiguen la invención de acusaciones de blasfemia, porque en estas circunstancias los cristianos y otras minorías asediadas nunca se sentirán seguros en su propio país. A través de la fundación Ayuda a la Iglesia Necesitada, el obispo acusa a las autoridades pakistaníes de no hacer justicia a las víctimas de la ola de violencia contra los cristianos del pasado agosto en el distrito de Jaranwala, en Punjab, provocada también por una falsa acusación de blasfemia. Una más. La inacción de las autoridades sirve para envalentonar a los fanáticos que se sienten impunes. Monseñor Shukardin no se hace ilusiones: sólo una presión que venga desde el exterior, de otros gobiernos, puede mover a Pakistán a actuar, como sucedió en el caso de Asia Bibi. Me pregunto: ¿habrá alguien en las cancillerías de occidente que quiera perder su precioso tiempo por los pobres cristianos de Pakistán? Al menos, no nos cansemos de alzar la voz por ellos. Algo tenemos que aprender de su fidelidad sufrida, de su amor por Cristo y por la Iglesia, mientas aquí discutimos.