Rumbo a Lisboa

José Luis Restán reflexiona sobre los jóvenes españoles que van a peregrinar en la JMJ de Lisboa

José Luis Restán

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Que 75.000 jóvenes españoles vayan a viajar a Lisboa para celebrar su fe junto a miles de compañeros llegados de los cinco continentes, en torno al Papa, es una noticia que no puede dejarnos indiferentes. He dicho 75.000, sí, y eso, en el mercado de la demoscopia (hoy un poco devaluado) debería tener su peso. Si fuesen para encontrar a una estrella del Rock tendríamos a las televisiones del mundo entero pendientes de todos los detalles.

No se trata de un concierto, ni de una acampada o de una fiesta más, es una ocasión de celebrar, con alegría intensa y con razón abierta, la fe compartida que nos llega de los apóstoles, y también de ofrecerla como testimonio a un mundo que busca y espera, aunque muchas veces haya perdido el rastro para alcanzar a Dios. Desde luego, los que peregrinan estos días a Lisboa no son “marcianos”. Son jóvenes de nuestro tiempo, con todas las preguntas e inquietudes de esta hora, con las incertidumbres y debilidades de este momento cultural en el que están plenamente inmersos. Pero han encontrado “otra cosa” para afrontar este contexto vital: han encontrado la fe en Jesús que profesa la Iglesia hoy, y eso les permite estar en este momento de la historia con esperanza e inteligencia, sin ceder a los miedos que seguramente comparten con muchos otros coetáneos. Hay una primera anotación: existe un tejido profundo de vida, de relaciones y encuentros, que no aparece en muchos medios de comunicación ni en las conversaciones habituales. La Iglesia tiene que poner aquí el acento.

Nunca agradeceremos bastante a la intuición genial de san Juan Pablo II su apuesta por las Jornadas Mundiales de la Juventud. Sabemos que este evento no es un fin en sí mismo: después llegará la vuelta a casa y al mundo, el testimonio de la fe entre los amigos, los familiares y los compañeros, tras haber vivido una experiencia única en la que, hablando lenguas distintas y viniendo de lugares lejanos, habrán visto y tocado la universalidad de la Iglesia. Sé que algunos no creyentes miran este hecho con secreta esperanza. No lo echemos nosotros en saco roto.

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