Sólo el amor nos hace sabios y valientes

José Luis Restán

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Es sorprendente escuchar a uno que, bajo el fragor de las bombas, se atreve a hablar del verdadero amor, una palabra esencial para nuestra vida y, sin embargo, tan devaluada, hasta el punto de que a veces parece que se ha destruido su significado. El arzobispo greco-católico de Kiev, Sviatoslav Sevchuck, ha querido explicar a su pueblo martirizado ese significado, que va más allá de un sentimiento de agrado por algo que nos es querido. El amor verdadero, que nos ha revelado Jesucristo, es entrega total por el bien de quienes amamos: “nadie tiene mayor amor que quien da la vida por sus amigos”.

Nosotros sentimos con frecuencia que, al sacrificarnos por otro, es como si muriéramos un poco. Pero, como dice el arzobispo Sevchuck, el amor es una fuerza que da vida. Es cuando nos entregamos, cuando vivimos verdaderamente, y así, empezamos ya en este mundo a vivir la vida eterna.

Bien es verdad que esta forma de amor está más allá de nuestras fuerzas, como reconoce el arzobispo cuando dice que “el amor es ese poder divino que nos es dado por el Espíritu Santo”, y que nos ayuda a vivir nuestra humanidad en plenitud, sea cual sea la circunstancia. Por eso, cuando el pueblo ucraniano lleva más de cien días sumido en un mar de odio y de maldad, la tarea de un sucesor de los apóstoles es invitarle a pedir al Señor “el don de su amor divino, que todo lo aguanta”. Y apenas podemos imaginar lo que eso significa en concreto para estos hermanos nuestros cada día. Nada es más urgente de pedir que este don, “porque sólo quien ama puede ser verdaderamente sabio, valiente, justo y comedido”. Necesitamos que Jesucristo nos enseñe a amar, advierte Sevchuck, “porque el amor engendra héroes y el odio engendra criminales”. Y esto no vale sólo para Ucrania.