La única virtud que nos está permitido envidiar

José Luis Restán reflexiona sobre la última catequesis del Papa Francisco

José Luis Restán

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Ayer, durante la Audiencia General, el Papa Francisco dijo que “ser cristiano no es ante todo aceptar una cultura, con los valores que la acompañan, sino que ser cristiano es acoger y custodiar un vínculo con Dios… un vínculo de mi persona con el rostro amable de Jesús. Es este vínculo lo que nos hace cristianos. Y de esta manera sencilla y hermosa introdujo su reflexión sobre la fe, que “es la virtud que hace al cristiano”. Para explicarlo, Francisco recordó el episodio del Evangelio de la tormenta en el lago. Al principio los discípulos creen que podrán salir adelante con la fuerza de sus brazos y con su experiencia, pero pronto les entra el pánico. No se daban cuenta de que tenían con ellos la solución: Jesús, que mientras arrecia la tormenta, estaba tranquilamente durmiendo en la barca. Cuando por fin lo despiertan asustados, e incluso enfadados, dice el Papa, porque creen que les va a dejar morir, Él les reprende: "¿Por qué tenéis miedo, todavía no tenéis fe?”

Y esto le sirve al Papa para desarrollar el punto central de su catequesis: “el gran enemigo de la fe no es la inteligencia, no es la razón, como algunos siguen repitiendo obsesivamente, sino que el gran enemigo de la fe es el miedo”. Francisco recordó que, para un padre cristiano, ese el don que debe pedir para su hijo, por encima de todo: la fe. Porque sabe que, “incluso en medio de las pruebas de la vida, con la fe, su hijo no se ahogará en el miedo”. Y sabe también que, cuando deje de tener un padre en esta tierra, su hijo seguirá teniendo a Dios Padre en el cielo, que nunca le abandonará.

También nos advierte el Papa de que la fe no es una posesión que podemos asegurar con nuestras fuerzas o nuestra inteligencia. Necesitamos pedir al Señor que aumente nuestra fe pobre y frágil. Y la fe de los sencillos se alimenta de los hechos que el Señor pone delante de nuestros ojos, del testimonio de hombres y mujeres cambiados por ella. Dice con razón Francisco que la fe es el don más feliz, la única virtud que nos está permitido envidiar, porque hace resplandecer ante nosotros lo humano.

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