Verdadero hombre de Iglesia

José Luis Restán reflexiona sobre la figura de uno de los teólogos más importantes del siglo XX

José Luis Restán

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La Conferencia Episcopal Francesa ha decidido abrir la causa de canonización del gran teólogo jesuita Henri de Lubac. Es una hermosa noticia para toda la Iglesia y especialmente para quienes nos sentimos deudores de su obra inmensa y de su testimonio de fe eclesial. Joseph Ratzinger fue su discípulo y nunca ocultó su admiración por él. Juan Pablo II quiso rendir homenaje a su obra nombrándole cardenal, algo que De Lubac sólo aceptó cuando el Papa acogió su petición de no ser consagrado obispo. Y Francisco le cita con frecuencia, sobre todo sus advertencias sobre el riesgo de que la Iglesia se mundanice.

De Lubac era una mente luminosa, pero sobre todo era un creyente dentro de la madre Iglesia, a causa de cuyos miembros no le faltaron sufrimientos. Por ejemplo, cuando sus superiores le ordenaron permanecer en silencio, ante las dudas que suscitaban algunas de sus proposiciones. En ese silencio, acogido con tanta libertad como espíritu de obediencia, surgió una de sus obras más bellas e imperecederas, “Meditación sobre las Iglesia”, en cuyas páginas he aprendido más sobre esta “gran Madre”, como él la llamaba, que en cientos de charlas.

En este momento de polarizaciones suicidas que contraponen tradición y renovación, doctrina y pastoral, teología y presencia, contemplación y misión, necesitamos especialmente a grandes testigos y maestros como Henri De Lubac. Él nos recuerda que la Iglesia es un cuerpo vivo “que se ve, que se oye, que enseña, que decide, que bautiza… y que sin la jerarquía que la guía, no se puede hablar de Iglesia”. Del mismo modo, nos recuerda que en el verdadero hombre de Iglesia el apego a la Tradición no se convierte en rudeza, que no participa en camarillas ni intrigas, y que sabe que el verdadero espíritu católico es más un espíritu de caridad, que de bronca. Y, por supuesto, nos invita a seguir profundizando en el tesoro de la Tradición católica y a buscar nuevas formas y palabras para ofrecerlo a los hombres y mujeres de nuestra época.

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