Visiones ideológicas que alimentan el odio

José Luis Restán

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Ucrania lleva ya cuarenta días sumida en un mar de lágrimas y regada por ríos de sangre, como dice el arzobispo de Kiev, Sviatoslav Sevchuk. Las imágenes de las calles de Bucha cubiertas de cadáveres de civiles constituyen la sentencia definitiva de la derrota moral y, seguramente también política, de la invasión decidida por Vladimir Putin. Probablemente el ejército ruso podrá controlar la región de Donbás y consolidar la posesión de Crimea; también puede seguir arrasando ciudades. Pero nada de eso podrá hacer olvidar el horror sembrado por una ideología nacionalista anacrónica que desprecia la dignidad humana y el derecho internacional. Es probable que una parte creciente de la sociedad rusa empiece a tomar conciencia de esta monstruosidad a pesar de la impresionante maquinaria al servicio de la mentira que el Kremlin ha puesto en marcha.

Este fin de semana, durante su breve viaje a Malta, el Papa Francisco ha denunciado ante las autoridades y el cuerpo diplomático las pretensiones nacionalistas que solo producen muerte, destrucción y odio. Por el contrario, señalaba el Papa, “la gente común advierte la necesidad de construir un futuro que, o lo será juntos, o no será”. Es verdad, necesitamos también a Rusia, la sabiduría profunda de su pueblo, la capacidad de su gente común. “Necesitamos compasión y cuidados, no visiones ideológicas y populismos que se alimentan de palabras de odio y no se preocupan de la vida concreta del pueblo, de la gente común”, ha dicho el Papa en Malta, subrayando la necesidad de mantener vivo el sueño de la paz. Y para ello ha pedido superar la lógica de los bloques y de la guerra fría, volver a los grandes acuerdos internacionales. La perspectiva que señala el Papa es la más justa, pero será muy difícil llevarla a cabo, por no decir imposible, mientras Putin siga a los mandos en Moscú.