Continuar su bendición inagotable
Escucha la Firma de José Luis Restán del lunes 23 de diciembre
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El Papa ha dedicado su discurso de felicitación a la Curia a la “bendición”, diríamos, como vocación y forma de la vida. “En el misterio de la Encarnación, Dios ha bendecido a cada hombre y mujer que viene a este mundo, no con un decreto bajado desde lo alto del cielo, sino mediante la carne, mediante la carne de Jesús”. Y la Iglesia, continúa el Papa, es como un gran río que se ramifica en miles de arroyos… para irrigar todo el mundo con la bendición de Dios, que mana del Misterio Pascual de Cristo”.
Francisco lo ha concretado en el trabajo de la Curia Romana, a veces desfigurada por cierta literatura y por cierto cine. Para él, se trata de un lugar con muchas tareas diferentes, donde todos trabajan para “bien-decir, para difundir en el mundo la bendición de Dios y de la Madre Iglesia”. Por ejemplo, algo tan escondido, y que puede parecer tan poco importante, como preparar una carta para que, a un enfermo, a una madre, a un preso, a un anciano o a un niño, les llegue la oración y la bendición del Papa. También nosotros, en los medios, podemos ser artesanos de bendición, ya que lo nuestro es la palabra. Pero en el fondo, es una vocación de todo cristiano. Francisco revela que, para preparar su última Encíclica sobre el Sagrado Corazón han trabajado muchas personas (la mayoría desconocidas), elaborando borradores que iban y venían, corrigiendo pequeños detalles. Un trabajo humilde, como el de la inmensa mayoría, sin el que la obra grande sería imposible. Hay una conexión entre humildad y bendición, por eso lo que maldicen suelen mostrar tanta autosuficiencia, también algunos en la Iglesia. Esta vez el discurso a la Curia no ha versado sobre grandes cuestiones… ¿o quizás sí? Porque en la Navidad proclamamos el gesto inaudito de Dios que, “en Jesús, se abaja y viene a habitar nuestra condición humana, y así nos bendice”. Y nosotros debemos dar continuidad a esa bendición inagotable.