Detener todo esto

Seguro que ninguno de nuestros oyentes ubica en el mapa la región de Haut Mbomou y no parece fácil explicar por qué dedicarle tiempo en este programa. La razón es doble: la Iglesia es católica, universal, es un cuerpo que sufre (y se alegra) con cada de sus miembros, por pequeño que sea; y después hay una razón personal, mi amistad con el obispo de la diócesis donde se enclava, Bangassou, en el sudeste de la República Centroafricana.

El caso es que he leído la carta de Juan José Aguirre y de su obispo coadjutor, Aurelio Gazzera, que es un clamor contra la violencia que padece ese rincón de su diócesis hasta convertirlo en una “tierra de desolación”. 

Es una tierra codiciada y explotada por diversas guerrillas que luchan entre ellas y, de paso, golpean a la población inocente. 

Miles de personas han tenido que abandonar sus hogares: “lloramos con los pueblos bombardeados, saqueados e incendiados”, claman estos obispos convertidos en un último dique frente a la inhumanidad. “Tenemos que detener todo esto… la violencia solo genera más violencia, división y miseria, odio, desconfianza y, al final, un círculo infernal de venganza”. Es la historia de esa hermosa tierra lacerada que hoy contemplamos, aunque sea un par de minutos, gracias a la fe y al coraje de estos misioneros, de estos pastores que no obtienen otra ganancia que aquel “ciento por uno” que Jesús prometió a sus apóstoles.

La Iglesia, hospital de campaña, ha abierto todas sus instalaciones para acoger a los heridos, a los que huyen, a los que lloran. También da la bienvenida a aquellos que quieran dialogar con buena voluntad para trabajar por la paz, la reconciliación y el desarrollo de la región. 

No son bellas palabras. Ellos, Juan José y Aurelio, se ponen con sus propios cuerpos, con su propio corazón, como un dique frente a la maldad, pero también como una puerta abierta a la esperanza. No son superhéroes, tan solo son seguidores de Jesús.