Dos polos siempre presentes
Escucha la Firma de José Luis Restán del martes 10 de junio

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Ayer, durante el Jubileo dedicado a los trabajadores y responsables de la Santa Sede, el Papa dejó algunas verdaderas perlas sobre la realidad misteriosa de la Iglesia, que nunca aprendemos del todo… afortunadamente. Por ejemplo, dijo que la maternidad de María, a través del misterio de la cruz, dio un salto impensable…. Se convirtió en Madre de la Iglesia, y no es una mera imagen bonita. La fecundidad de la Iglesia es la misma fecundidad de María; y se realiza en la existencia de cada uno de sus miembros en la medida en que vivimos, “en pequeño”, lo que vivió la Madre, es decir, si amamos con el amor de Jesús. Y añadió que “toda la fecundidad de la Iglesia depende de la cruz de Cristo, de lo contrario es apariencia, si no es algo peor”. Por ejemplo, un padre o una madre de familia, que en casa vive una situación difícil y lleva adelante su trabajo con empeño, es fecundo con la fecundidad de María y de la Iglesia.
En otro momento, León XIV contempla el momento de Pentecostés y dice que, gracias a la misión que recibió al pie de la cruz, María está al servicio de la comunidad naciente, ella era la memoria viviente de Jesús y, por tanto, el polo de atracción que armoniza las diferencias. En ese texto de los Hechos, los apóstoles son enumerados por su nombre y, como siempre, el primero es Pedro. Pero él mismo, en primer lugar, es sostenido por María en su ministerio. De manera análoga, la Madre Iglesia sostiene el ministerio de los Sucesores de Pedro con el carisma mariano. En la vida de la Iglesia siempre están presentes estos dos polos que se compenetran: el mariano y el petrino. Pedro es la autoridad objetiva, la seguridad del camino; María es la acogida del don del Espíritu, la maternidad. No se entiende el uno sin el otro, pero, atención: “es el polo mariano el que asegura la fecundidad y la santidad del petrino”. ¡Cuántas polémicas inútiles se despejan cuando se comprende esto!