La gracia inmensa de la fe

Escucha la Firma de José Luis Restán del 4 de diciembre

José Luis Restán

Publicado el - Actualizado

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No sé si, ahora que acabamos de iniciar un nuevo tiempo de Adviento, los propios cristianos nos maravillamos de la gracia inmensa que supone la encarnación del Hijo de Dios para cada uno de nosotros y para la historia del mundo. En 2025 se celebrará el 1700 aniversario del Concilio de Nicea, que definió el Credo que los cristianos seguimos profesando cada domingo en la Misa cuando afirmamos creer en la Santísima Trinidad, un solo Dios en tres Personas; en la encarnación del Hijo de Dios, "Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero"; en la obra redentora de Jesucristo mediante su nacimiento, enseñanza, muerte, resurrección y ascensión al cielo; y en la presencia transformadora, entre nosotros y dentro de nosotros, del Espíritu Santo, el Consolador, que habló por medio de los profetas y nos sigue hablando hoy por medio de la Santa Iglesia.

Es un hecho históricamente constatable que la fe en la encarnación del Hijo de Dios tuvo un profundo impacto en la comprensión compartida de lo que significa ser humano: la dignidad sagrada de cada persona sin importar raza, sexo o cultura; su libertad, la potencia de su razón y el valor del trabajo; la limitación del poder político, que siempre debe estar al servicio y rendir cuentas a Uno más grande… Todo esto, que a veces damos por supuesto, se abrió paso, no sin dolor, a través de siglos de experiencia y educación cristiana. No es extraño que, como observaba recientemente el obispo noruego Erik Varden, “cuanto más se aleja esta creencia de la vida pública, más amenazada se encuentra la humanidad”. Por eso, el Jubileo convocado por el Papa para rememorar el Credo de Nicea nos debe hacer más conscientes del tesoro de la fe que hemos recibido, e impulsarnos a dar razón de una esperanza cada vez menos familiar para nuestros contemporáneos.