Las luces y la Luz

Escucha la Firma de José Luis Restán del lunes 2 de diciembre

José Luis Restán

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Madrid, como todas las ciudades de España, aparece estos días maravillosamente iluminada. Confieso sin rubor que las luces de la Navidad no solo no me molestan, sino que me encantan. Con intención o sin ella, hablan de aquella Luz única de la noche de Belén, de la que no logran desprenderse 21 siglos después ni los más rabiosamente escépticos. Pero es que, además, este año en Madrid la iluminación subraya especialmente todo lo que da origen a las celebraciones que se avecinan, sobre todo las figuras protagonistas en el pesebre del Niño Jesús, y aquellos Magos que llegaron de muy lejos para conocer el sentido de un Universo que les cautivaba y llenaba de preguntas.

Madrid sigue siendo una urbe bulliciosa y secularizada, y sus reglas de convivencia siguen siendo las de una democracia plural. En ella se expresa una laicidad abierta, consciente de sus raíces, que valora positivamente lo que significa el patrimonio de la Navidad y por eso no teme llamarla por su nombre. Una ciudad en la que los católicos siguen siendo una realidad significativa y constructiva. Esta iluminación no pone en peligro la laicidad, ¡por supuesto que no!, ni mortifica a nadie, ni a agnósticos, ni a musulmanes, ni a cualquiera medianamente sensato, que no se encuentre patológicamente enfrentado con su propia historia. Mientras, en otras latitudes de nuestra geografía aún se vetan belenes en plazas o edificios emblemáticos en nombre de una falsa neutralidad que no tiene nada de tolerante y que deja nuestro espacio público entregado al vacío.

Bien están estas luces, tan significativas, pero desde luego no sustituyen la luz que cada cristiano debe llevar con su propia vida a las oscuridades que nos circundan. Porque sin esta luz que enciende en el corazón el Niño nacido en Belén, las otras serán sólo un decorado, como sucede ya en tantos lugares. A los políticos les decimos “gracias” en este caso, pero no esperemos de ellos lo que sólo nos corresponde a cada uno de nosotros.

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