Ni tirarles piedras ni darles caramelos

En una interesante entrevista publicada por el diario Il Foglio le han planteado al obispo noruego Erik Varden la cuestión de la fatiga que experimenta la Iglesia en Occidente para dirigirse a los jóvenes, y ofrece una respuesta que nos descoloca a casi todos. Desde su “periferia” escandinava afirma que se encuentra con muchos jóvenes hambrientos de significado, con una búsqueda sincera y unos análisis lúcidos. Observa que le hacen sonreír ciertos diagnósticos, tanto laicos como eclesiásticos, “donde ancianos tertulianos lanzan tesis sobre los jóvenes”. Para Varden, lo que tiene que hacer la Iglesia con los jóvenes es tomarlos en serio, “no hablándoles con suficiencia, sino atreviéndose a presentar ideales elevados y hermosos, respetando su deseo de abrazar plenamente la tradición; ni tirándoles piedras, ni dándoles caramelos”.

También añade que “el espíritu de los tiempos” es lo más voluble que hay. Debemos escucharlo porque nos transmite lo que bulle en el mundo, pero es absurdo que los cristianos intentemos seguirlo, porque siempre llegamos tarde. Por el contrario, debemos permanecer aferrados a lo que no pasa. La vitalidad de la vida católica del siglo XX brotó del entusiasmo por descubrir las fuentes de la Tradición, para encontrar en ellas agua limpia y fresca. Y observa con algo de ironía que ahora parece que “abandonamos esas fuentes para instalar nuestros puestos ambulantes junto a surtidores de agua automáticos”.

En otro momento de la entrevista afirma tener la sensación de que un número creciente de personas empieza a hacer preguntas y a buscar razones válidas para vivir, y señala que la tradición intelectual católica tiene una inmensa contribución que ofrecer en este sentido. Y dice algo bastante contracorriente en los círculos eclesiásticos: “sin querer disminuir un ápice la importancia del trabajo caritativo en las causas de la justicia y la paz, creo que el apostolado intelectual será fundamental en las próximas décadas”.