Las soluciones no las tenemos nosotros, sino Él

Escucha la Firma de José Luis Restán del miércoles 2 de octubre

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El Papa Francisco dirigiéndose al Sínodo

Con una Misa en la plaza de San Pedro ha comenzado la asamblea del sínodo de los obispos. Hace pocos días, Francisco despejaba el panorama: la prioridad de este Sínodo no es acordar algunas reformas conforme a las modas del momento, sino preguntarnos cómo podemos hacer llegar el Evangelio a una sociedad que ya no lo escucha o que se aleja de la fe. Esta es la cuestión que realmente nos urge, no por engrosar nuestras filas, sino por amor a cada hombre y mujer, para que Cristo pueda responder a su deseo de justicia, de verdad, de felicidad.

El Sínodo, lo ha dicho mil veces el Papa, no es un Parlamento, con su ala izquierda y su ala derecha, ni tampoco es una pelea de gallos (aunque sean teológicos), ni una puja por ser el más rompedor o el más fiero en defender algunos principios. Esta asamblea debe ser, sobre todo, un lugar de escucha de lo que el Señor quiere decir hoy a su Iglesia para llevarla hacia delante. En su homilía de esta mañana, Francisco ha dicho que “las soluciones a los problemas que se plantean no las tenemos nosotros, sino Él”, y haciendo referencia al camino del pueblo de Israel en el desierto, ha advertido que “en el desierto no se bromea (el desierto es también nuestro mundo en crisis) y si uno no presta atención al guía, presumiendo de autosuficiencia, puede morir de hambre y de sed, arrastrando consigo a los demás”. Así pues, continuaba el Papa, “escuchemos la voz de Dios y de su ángel, si de verdad queremos continuar nuestro camino con seguridad, más allá de los límites y las dificultades”. No es un comentario formal ni una observación decorativa, sino algo que a todos los miembros del Sínodo debería llenar de responsabilidad, o por decirlo con palabras de la Escritura, de “santo temor”. Y ojalá que el buen pueblo de Dios no se sienta escéptico ni confundido, que no milite en ninguna trinchera, sino que se apiade de quienes estos días trabajan en Roma y pida intensamente por ellos.

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