A través de la carne, de la piedra y del agua

Escucha la Firma de José Luis Restán del jueves 10 de octubre

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Wadowice, localidad polaca en la que nació San Juan Pablo II

Cuando este verano visité los lugares de la biografía de San Juan Pablo II en Polonia, tenía gran interés en contemplar el antiguo reloj de sol en la pared de la iglesia parroquial de Wadowice, que el joven Karol contemplaba desde la ventana de su habitación. Se me había quedado grabada la inscripción “El tiempo huye, la eternidad espera”, que el Papa evocó de manera conmovedora en su última visita a su ciudad natal. Cuando vi este reloj me dije: bueno, no es para tanto. He visto muchos así, y éste no era el mejor conservado.

En el interior de la pequeña iglesia barroca del pueblo me sucedió algo similar. Todo era sencillo, familiar, nada artísticamente destacable. Sin embargo, muchas personas se acercaban y se arrodillaban ante la pila en la que el pequeño Karol recibió el bautismo. Yo también lo hice, dentro de aquel río de gentes que no conocía, pero que me resultaban tan cercanas, tan mías. Y es que allí había empezado una historia que perdura, una historia que relanzó el camino de la Iglesia en todo el mundo.

Fue curiosa, y extraña en un primer momento, la aparente contradicción entre la grandeza de esa historia que me conmueve en lo más profundo, y la sencillez de los elementos a través d ellos que había pasado: la casa familiar de los Wojtyla, el reloj de sol, la pila bautismal de una de tantas parroquias de pueblo. La historia de Dios con los hombres pasa a través de la carne, de la piedra y del agua, de las palabras que algunos han grabado en una pared… cosas en las que normalmente no nos fijamos.

Lo expresaba muy bien un poema que compuso aquel joven sacerdote nacido en Wadowice, uno de tantos curas polacos de su época: “Dios ha venido hasta aquí y se ha parado a poca distancia de la nada, muy cerca de nuestros ojos; quizás la vida es una ola de sorpresas, una ola más alta que la muerte, por eso, no tengáis miedo”.