Apenados y agradecidos

La Firma de Restán de este sábado reflexiona sobre la muerte del Papa emérito de Benedicto XVI y sobre su papel como Pontífice

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Apenados y agradecidos

José Luis Restán

Publicado el - Actualizado

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La muerte de Benedicto XVI nos provoca sentimientos enfrentados. Hemos perdido la presencia física de un gran padre que, en los últimos diez años, ha seguido sirviendo a la Iglesia y al mundo con su silencio y su sufrimiento. Tenemos la certeza de que la santidad de su vida hace que esté ahora más cerca de cada uno de nosotros. En estas horas nos invade también un gran agradecimiento por el inmenso don que ha supuesto Joseph Ratzinger para el mundo y para la Iglesia. También para los no creyentes ha sido una luz en su defensa del valor de la razón.

El Papa emérito ha sido un gigante, también en la humildad. Desde muy joven supo desarrollar un pensamiento original y libre en un momento en el que la Iglesia no estaba suficientemente cerca de sus fuentes y se concebía, demasiado a menudo, en oposición a la modernidad. Su contribución al Concilio Vaticano II fue decisiva. Después de un breve periodo como arzobispo de Múnich, Juan Pablo II lo convirtió en su colaborador más directo para una tarea, a menudo, ingrata. Fue responsable de esa gran obra que es el último catecismo de la Iglesia católica.

El magisterio de su pontificado será durante mucho tiempo referencia y fuente de luz. Benedicto XI recordaba que el cristianismo no es en primer lugar una doctrina o una moral, sino el acontecimiento de Jesucristo que responde al corazón del hombre.

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