Hola Pilar. Hoy hace 17 años moría en Milán el sacerdote italiano Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación, uno de los movimientos surgidos en el postconcilio, en un momento que los papas han denominado “una primavera del Espíritu”. En 1954 pidió ser profesor de Religión en una escuela laica, el Liceo Berchet de Milán. En una Italia “sociológicamente católica”, en la que el peso institucional de la Iglesia era todavía abrumadoramente mayoritario, Giussani descubrió que muchos jóvenes habían perdido las razones de la fe, y que no experimentaban ya el gusto de pertenecer al pueblo cristiano. Giussani entró en el cuerpo a cuerpo con aquellos alumnos, a los que sorprendió un cura capaz de discutir con el profesor de filosofía ateo, que amaba la música y la literatura más que ellos, y que les desafiaba a vivir más a fondo sus relaciones afectivas y sus preocupaciones políticas. Así es como un grupo de estudiantes empezó reunirse con él, formando el germen de lo que años después sería Comunión y Liberación, que estos días empieza a celebrar el centenario de su fundador.

En una de sus últimas entrevistas, don Giussani expuso su diagnóstico sobre la dificultad de la fe en el mundo occidental: “en estos años se ha perdido la percepción del cristianismo y de la Iglesia como una vida, y así se ha perdido la posibilidad de dar respuesta a las preguntas de los jóvenes”. Su insistencia educativa fue siempre que el cristianismo no es una idea, una moral o un sentimiento, sino el acontecimiento de Cristo que sigue presente en la comunión de la Iglesia. Sólo de ese centro han surgido múltiples iniciativas culturales y de caridad, y el entusiasmo misionero que ha marcado la trayectoria de su movimiento, a cuyos miembros, el Papa Francisco ha pedido que sean “brazos, manos, pies, mente y corazón de una Iglesia en salida”.