La escandalosa pretensión de Jesús
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Ayer me sorprendió una larga entrevista en El Mundo al filósofo Julian Baggini cuyo propósito era, según el título, “desmitificar a Jesús”. El mito sería, según parece, lo que la Iglesia proclama de Jesús desde hace veinte siglos. En realidad, a lo largo de la historia se han sucedido los mitos sobre Jesús: el revolucionario, el ecologista, el antisistema… ahora Baggini desempolva uno muy viejo: Jesús sería un gran “maestro de moral”. Cualquier cosa con tal de no afrontar la escandalosa pretensión de Jesús: “Yo y el Padre, somos uno”.
Jesús no hubiera sido escupido, azotado y crucificado por ser un maestro de moral más, uno de tantos que pululan siempre. Le habrían discutido, se habrían reído de él, pero no más. Tampoco se habrían sucedido generaciones de cristianos para los que seguir a Jesús es el centro de su vida, el fundamento de su esperanza. Miles de hombres y mujeres que han dado la vida por confesar su fe en Él. Por un maestro de moral no se hace eso. En realidad, se trata de construir mitos para eludir su pretensión de ser el Hijo de Dios. La única que explica la existencia de la Iglesia hoy.
Con todo esto he recordado un párrafo del testamento espiritual de Benedicto XVI en el que cuenta cómo a menudo parece como si las ciencias naturales y la investigación histórica ofreciesen resultados irrefutables en desacuerdo con la fe católica. Ratzinger vivió todo eso y pudo ver cómo se derrumbaban tesis que parecían inamovibles: la interpretación liberal de Jesús, la existencialista, la marxista. Y en medio de esa confusión vuelve a surgir lo razonable de la fe: “Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo”. No necesitamos que venga un filósofo de moda a explicarnos quién era Jesús. Tenemos acceso a los Evangelios (cuya consistencia histórica está sobradamente contratada) y podemos escuchar a los grandes testigos de la fe a lo largo de los siglos y en el presente. Frente a Jesús, como siempre, podremos decir “sí” o dar media vuelta. Pero que no nos vengan con cuentos.