La Esperanza sí que me asombra

“La esperanza, dice Dios, sí que me asombra”. Me viene a la mente este pasaje inigualable del poeta Charles Péguy al conocer una historia que ha germinado en la ciudad siria de Alepo, martirizada durante años, que a duras penas encuentra el camino para renacer. Es la historia de dos hermanos gemelos nacidos en 1996, Johnny y George Jallouf, en el seno de una familia cristiana. Antes de la guerra, vivían 200.000 cristianos en la ciudad, hoy sólo quedan veinte mil. La noticia es que ambos han sido ordenados sacerdotes hace apenas dos semanas en la iglesia de San Francisco de Alepo.

Pero ni todo se queda en casa ni ha sido un camino de rosas, pero el buen Dios, como dicen los hermanos, nunca dejó de trabajar ni siquiera en los momentos más difíciles. Johnny tenía el sueño de estudiar Medicina, pero cuando estalló la guerra, todo pareció derrumbarse. Con 17 años, tras recitar el Padre Nuestro, le preguntó a Dios: “quiero ser feliz, pero Tú dime cómo". La gente moría a su alrededor, y entonces comprendió que tal vez Dios quería que fuera sacerdote para curar las almas heridas de su pueblo y no para operar cuerpos en un hospital. George, su hermano, miraba a los sacerdotes desde niño con admiración, le fascinaban por su alegría, que no se desvaneció ni siquiera durante los años de la guerra. Ambos han seguido los pasos de los franciscanos que conocieron desde su infancia.

Tras un periodo de formación en Jerusalén y en Italia, han querido ordenarse precisamente en Alepo. “Volver aquí es una forma de decirle a nuestro pueblo que no tenga miedo porque tenemos la certeza de que el Señor tiene un buen plan para cada uno". El padre George permanecerá en la ciudad como vicario parroquial, en la iglesia que lo acogió cuando era un joven monaguillo. El padre Johnny regresará a Jerusalén. Pero ambos están dispuestos a responder allí donde Dios les llame, en cualquier circunstancia. De la martirizada Alepo han brotado estas flores. La esperanza sí que me asombra.