En los cruces de los caminos
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Un misionero italiano de 49 años, Andrea Lembo, acaba de ser nombrado por el Papa obispo auxiliar de Tokio. Podría ser tan solo una noticia curiosa para quienes estamos atentos a estas novedades de la vida eclesial. Japón es una tierra apasionante y difícil para el cristianismo, así que me he animado a bucear un poco en la trayectoria del nuevo obispo y me he encontrado con unas declaraciones a la revista Mondo e Missione en las que narra su ministerio, hasta ahora, en aquella inmensa metrópoli del Extremo Oriente. Dice el P. Lembo que allí ha hecho experiencia de la “pequeñez” del ser cristiano: si en cualquiera de los cruces de calles de Tokio él dijese a un viandante que es un cura, ninguno sabría de qué se trata. Allí vives de verdad la imagen del grano de mostaza, de la que habla el Evangelio… En el fondo, esa era la condición de los cristianos al principio, lo fue durante siglos, y lo sigue siendo en muchos lugares de la tierra, no solo en Japón.
A cambio, el espacio para anunciar el Evangelio se ensancha y se presenta, por ejemplo, en las preguntas acuciantes de los jóvenes, de los que este misionero ha estado siempre muy cerca. “¿A dónde voy realmente?, ¿cuál es el sentido de mi vida?”. Estas preguntas abren espacio a la respuesta fundamental: “Jesús es el cumplimiento de tu humanidad… y Jesús está presente, aquí y ahora”.
La sociedad japonesa parece a veces un mecanismo perfecto, decía el P. Lembo, pero ninguno de estos jóvenes que sienten el vacío y la soledad es un mero engranaje, sino que cada uno tiene su dignidad, cada uno puede asumir su libertad y vivir. Ese es el cruce indefectible entre el corazón del hombre y el anuncio de Cristo resucitado. Al escuchar este testimonio he pensado que Tokio, quizás, no sea tan distinto de Madrid, y que en esto se juega toda la misión de la Iglesia, ayer, hoy y siempre.