China: lealtad no es sumisión
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Me ha parecido muy interesante el congreso organizado por la Pontificia Universidad Urbaniana con motivo del centenario del Concilio de Shanghai, el primero que reunió en 1924 a los obispos que había en China en aquel momento. Uno de los ponentes es el actual obispo de Shanghai, Joseph Shen Bin, que ha afirmado que, "después de la fundación de la nueva China en 1949, la Iglesia en China siempre ha permanecido fiel a su fe católica, mientras desplegaba un gran compromiso de adaptarse constantemente al nuevo sistema político". Monseñor Shen Bin ha sido nombrado tras un difícil acuerdo entre las autoridades de Pekín y la Santa Sede. Su intervención, por un lado, ha subrayado la fidelidad de toda la Iglesia a la Tradición y al Papa, y por otro, ha insistido en que el desarrollo de la Iglesia "debe seguir una perspectiva china". En esto hay, sin duda, una perspectiva que la Iglesia asume sin problema: la inculturación ha sido una constante a lo largo de la historia en todos los continentes. El obispo ha hablado de “explorar el uso de la cultura tradicional china en la expresión de la fe católica”, en la arquitectura, la música, e incluso en la liturgia. Esa fue la gran intuición del jesuita Matteo Ricci, y también la de Monseñor Celso Constantini, primer representante pontificio en China.
El cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin, ha explicado que, precisamente, “la comunión con el Papa es la mejor garantía de una fe liberada de intereses políticos externos y firmemente anclada en la cultura y la sociedad locales”. También ha sido una constante establecer un diálogo directo con las autoridades del país, sin la intermediación de otras potencias. La cuestión problemática nos es que los católicos chinos tengan que ser plenamente chinos, ni que Pekín defienda su soberanía. La cuestión es si la fe católica permite a los católicos chinos ser críticos en todos los campos de la convivencia civil, y también ser libres respecto de las pretensiones invasivas del Estado. Vaya por delante que ese problema lo tenemos también aquí, en occidente. Pero los obispos chinos no deben confundir lealtad a su país con sumisión a un Estado y, menos aún, a un partido.