Releamos la Lumen Gentium
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La asamblea del Sínodo ha entrado en su recta final y me han llamado la atención las claves que aporta el arzobispo de Viena, cardenal Christoph Schönborn, un hombre difícilmente clasificable según las etiquetas al uso. Sobre los resultados de esta primera etapa del encuentro sinodal, ha recordado una frase escuchada en 1965, al final del Concilio: "Si de este Concilio no surge un aumento de la fe, de la esperanza y de la caridad, todo el Concilio ha sido en vano. Yo diría lo mismo de este Sínodo".
Schönborn retoma el punto clave: la Iglesia es comunión, y la sinodalidad es el modo de vivir la comunión. Para él, es necesario "repensar la gran visión de la Iglesia expuesta por el documento conciliar Lumen Gentium, donde se propone primero la Iglesia como misterio, luego la Iglesia como pueblo de Dios y sólo después la constitución jerárquica de la Iglesia y el papel de los laicos y de los consagrados. Lo que quiere decir la tan traída y llevada sinodalidad es caminar juntos, es la vida de la comunión eclesial, en cuya base está el bautismo.
En el diálogo con los medios no podía faltar una pregunta sobre los posibles cambios en la doctrina tras el sínodo. El cardenal Schönborn ha recordado lo que dijo San Juan XXIII al comienzo del Vaticano II, que la Iglesia no puede apartarse jamás del sagrado patrimonio recibido de los apóstoles y para eso debe profundizar en la forma de presentar y explicar la fe, en diálogo con las preguntas de cada época. “Lo que no va a cambiar jamás es que creemos en la Trinidad, en la encarnación del Verbo, en la institución de la Eucaristía por Jesús… Las culturas en las que vive la Iglesia pueden ser diferentes, pero la sustancia de la fe no puede ser modificada”, remacha el arzobispo de Viena.
Por último, me ha impresionado su referencia a una experiencia secular de las iglesias orientales, que necesitamos tener muy presente: la sinodalidad sin liturgia no existe. Caminamos juntos como cristianos no porque discutimos la fe sino porque la celebramos.