El apostolado del oído
Como dice el Papa Francisco en Evangelii Gaudium, “necesitamos ejercitarnos en el arte de la escucha. Lo primero en la comunicación con el otro, es la capacidad del corazón que hace posible la proximidad, sin la cual no existe un verdadero encuentro espiritual”. Mario Alcudia reflexiona acerca de la misión de la escucha; un ministerio de acompañamiento a los mayores en sus esperanzas y sufrimientos.

EL APOSTOLADO DEL OÍDO | FIRMA MARIO ALCUDIA
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Durante los peores meses de la pandemia se puso de manifiesto la situación de soledad no deseada que atravesaban muchas personas, especialmente mayores… ante esa necesidad desde alguna diócesis se pusieron en marcha diversas iniciativas, entre ellas un teléfono de escucha para esos mayores en soledad atendido por voluntarios.
Hace unos días se presentaba en Madrid la gran acogida de la iniciativa, sobre todo cuando cada vez contamos en la sociedad con más personas mayores que viven y dicen sentirse en situación de soledad, poniendo así de manifiesto que se trata de uno de los grandes males de nuestro tiempo
Mayores que por diversas situaciones, muchas veces físicas no bajan a la calle, que no pueden ir ya ni siquiera a la parroquia y por tanto que ante esa soledad necesitan hablar con alguien, por lo que ese teléfono, que además mantiene su anonimato se convierte en una vía de esperanza…
Un proyecto en el que cobran, como te decía, gran protagonismo los voluntarios; a todos ellos se les imparte una formación para llevar a cabo esta escucha activa, con calidad y calidez, también para atender con criterio las necesidades que presentan estas personas.
Una de las cosas más hermosas son los estrechos vínculos que se crean entre ellos, lo que permite que ese acompañamiento pueda ser continuado, complementado y si fuera necesario, incluso, derivado a los servicios sociales.
En la acción pastoral, la obra más importante es “el apostolado del oído”. Escuchar antes de hablar, como pide el apóstol Santiago: «Cada uno debe estar pronto a escuchar, pero ser lento para hablar». Y dar gratuitamente un poco del propio tiempo para escuchar a las personas, muy especialmente los más mayores, es el primer gesto de caridad, haciendo así realidad ese conocido Salmo 71: “En la vejez no me abandones”.